Medalla milagrosa

Una medalla revelada por la Santísima Virgen

Durante sus tres apariciones en la Rue du Bac (París), la Santísima Virgen vino a ofrecer una medalla a los hombres para que le rezaran. De hecho, la madre de Jesús eligió a Santa Catalina Labouré, una humilde mujer quien obedeció los designios del Cielo, para dar a conocer esta hermosa devoción al mundo entero. 

Lo que hace más especial esta medalla es que fue diseñada por la misma Virgen. De hecho, la visión que tuvo Santa Catalina fue muy precisa, y en ella la Virgen dió todas las indicaciones necesarias para su elaboración, por ejemplo, la forma ovalada y la inscripción que debía llevar: "Oh María sin pecado, ruega por nosotros que recurrimos a ti". La medalla también contiene una imagen, la cual es una representación de la Santísima Virgen en el momento de la aparición. Allí se puede observar especialmente a María, con rayos de luz que salen de sus manos. Además, también existe una estatua de la Virgen de la Medalla Milagrosa que se encuentra en la capilla de la Rue du Bac, en París.

La Virgen también reveló el significado de esta simbología, que contiene un mensaje explícito y uno implícito. El mensaje explícito se refiere a la inscripción que figura en una cara de la medalla, mientras que el implícito hace alusión al reverso, en el cual aparece una cruz sobre la letra “M” (inicial de María), y debajo de este, dos corazones: uno coronado de espinas, otro atravesado por una espada, los cuales representan a "María y Jesús, dos sufrimientos unidos para nuestra redención".

La Madre de Jesús, al decir "las personas que la lleven con confianza..." dió las instrucciones respecto al uso de la medalla, es decir que recibiremos sus beneficios conforme a la medida de la confianza que tengamos al llevarla. Lo importante es la fe que ponemos en Jesús y en María, pues ellos son quienes aseguran nuestra protección. Por otro lado, la Virgen también reveló que su propósito al darnos ese regalo es "recibir grandes gracias", las cuales no son sólo gracias de protección contra los peligros del cuerpo, sino especialmente, contra todo aquello que amenaza nuestra alma: ¡ella quiere darnos armas espirituales para ganar nuestra lucha contra el mal!

La santísima Virgen eligió el momento oportuno para entregar esta medalla a los hombres, pues, como ella misma anunció, Francia y el mundo pasarían por grandes pruebas. Por ejemplo, en 1848, empezaron las jornadas revolucionarias, rodeadas de muerte y temor, en las que las barricadas cubrían las calles de París. Además, en 1870, la guerra contra Prusia provocó escasez y gran hambruna entre la gente. No obstante, a pesar de las grandes dificultades que se vivían en el mundo entero, muchas personas recibieron numerosos milagros, gracias y beneficios por medio de la medalla, al usarla con fé, como lo dijo la Santísima Virgen.

La difusión de la medalla milagrosa

Sor Catalina confió todas estas revelaciones a su confesor, el padre Aladel, quién en un primer momento la ignoró, creyendo que solo se trataba de ilusiones e imaginaciones. Poco tiempo después de las apariciones, Catalina fue enviada al hospicio de Enghien, y allí siguió escuchando una voz interior que la instaba a cumplir los deseos de la Virgen, hecho que la motivó a volver a hablar con el padre Aladel, diciendo: "La Santísima Virgen está descontenta porque no la escuchas”. Esta vez el sacerdote lazarista se sintió conmovido y decidió actuar, por lo cual, luego de recibir el acuerdo de sus superiores, se reunió con el obispo para tratar el asunto. Para su sorpresa, el arzobispo de París no vio nada que impidiera la acuñación de la medalla, e incluso solicitó tener uno de los primeros ejemplares.

En 1832, una terrible epidemia de cólera acabó con más de 20.000 personas en París, y poco después se fabricaron las primeras medallas, cuya distribución estuvo a cargo de las Hijas de la Caridad. Sorprendentemente después de que las hermanas entregaran las medallas, comenzaron a suceder numerosas sanaciones y milagros, de modo que los habitantes de París empezaron a decir que las medallas eran "milagrosas". Debido al impacto que tuvieron, mucha gente también empezó a preguntarse por su origen, y, en 1834, el padre Aladel decidió publicar un folleto, titulado "La Notice", en el cual explicaba la historia. Mientras todo esto sucedía, la hermana Catalina permaneció en la sombra hasta el día de su muerte.

Cabe anotar que la medalla siguió extendiéndose por todo el mundo de manera impresionante. Por ejemplo, en 1834 había más de 500.000 medallas, y un año después las cifras se habían duplicado. En el año de 1839 se fabricaron más de diez millones de medallas y cuando Sor Catalina murió en 1876, se estima que había más de mil millones de medallas repartidas en todo el mundo.

Reconocimiento de la Iglesia

En 1835, el éxito de la medalla fue tal que el arzobispo de París decidió abrir un proceso canónico para reconocer la autenticidad de las apariciones. Sin embargo, este proceso no llegó a su fin porque Catherine Labouré tuvo que permanecer en el anonimato y el silencio.

Sin embargo, hubo un acontecimiento estremecedor que se dió a conocer rápidamente: la conversión inmediata de Alphonse Ratisbonne, un joven banquero judío que aceptó llevar la medalla en el bolsillo y al día siguiente tuvo una aparición de la Virgen de la Medalla Milagrosa. Precisamente, esta segunda aparición fue objeto de un proceso canónico y propició el reconocimiento oficial de las apariciones a Catalina Labouré.

En 1854, Pío IX definió el dogma de la Inmaculada Concepción refiriéndose a la Virgen de la medalla milagrosa: "Apareció en el mundo, con su Inmaculada Concepción, como una espléndida aurora que difunde sus rayos por doquier".

En 1894, León XIII aprobó la misa de la fiesta de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, acogida por los lazaristas, y en 1897 concedió la autorización para coronar la estatua de la Inmaculada Concepción, llamada “de la Medalla Milagrosa”.

En 1947, Pío XII declaró la autenticidad de las apariciones y la santidad de Catalina Labouré.

Los Misioneros de la Medalla Milagrosa

Muchos hombres del Señor llevaron puesta la Medalla Milagrosa: entre ellos podemos citar a Frédéric Ozanam, fundador de las Conferencias de San Vicente de Paúl en París, al Cura de Ars, un ferviente apóstol de la Medalla Milagrosa, quién la difundió a su alrededor, e incluso adquirió una estatua de la Virgen de la Medalla Milagrosa para su iglesia. Esta estatua fue puesta encima del tabernáculo (y allí hizo grabar el reverso de la medalla). Por otro lado, en 1845, John Newman, un clérigo anglicano se convirtió al catolicismo dos meses después de comenzar a usar la medalla y posteriormente pasó a ser sacerdote y cardenal de la iglesia católica.

Además, Santa Bernardita de Lourdes llevaba la medalla antes de tener el privilegio de presenciar las apariciones de la Virgen por sí misma. Santa Teresita del Niño Jesús también usaba la medalla en el Carmelo. Para finalizar esta lista, cabe anotar que, San Maximiliano Kolbe fue uno de los principales misioneros de la medalla milagrosa, la cual difundió por todo el mundo. De hecho, durante todo su sacerdocio, este siervo del Señor se comprometió a desarrollar y fortalecer el culto a la Inmaculada Concepción.

En 1915, por iniciativa del padre Joseph Skelly, nació el Apostolado Mariano en Filadelfia, Estados Unidos, con la Novena perpetua de la Medalla Milagrosa.

Confía tus intenciones a María en Hozana

En Hozana, puedes encontrar muchas comunidades de oración dedicadas a la Virgen María, incluyendo la novena a Virgen de la Medalla Milagrosa. También puedes rezar a la Virgen de Lourdes, a la Virgen de Guadalupe, puedes pedir la intercesión de la Virgen del Carmen o confiarte a la Virgen Desatanudos, quien con su amor maternal te guiará a Cristo. Además, puedes unirte a la comunidad “los cinco minutos de María” y recibir una reflexión acerca de la Virgen, para unirnos poco a poco en el amor a nuestra madre santísima.