Dios nunca nos abandona cuando el dolor nos invade; si bien es cierto que la enfermedad ataca nuestro cuerpo y nos hace sufrir, también es verdad que Dios está ahí para aliviarnos, defendernos y sanar todas nuestras enfermedades. De hecho, muchas palabras de la Biblia nos hablan de esa promesa de sanación: por ejemplo, el Salmo 107:20 dice: “envió su palabra y los sanó, salvó sus vidas del sepulcro.” Además, el Evangelio presenta a Jesús como el médico por excelencia, ante el cual ninguna enfermedad puede prevalecer.
En varios pasajes de la Biblia se puede ver cómo mucha gente fue curada de todos sus dolores por medio de las palabras de Jesús. Esto nos debe llenar de esperanza, al saber que mientras sufrimos porque nuestro cuerpo se debilita al sentir los síntomas de la enfermedad, Jesús está ahí y nos extiende su mano sanadora. ¿Acaso se nos olvida que Él mismo dijo: “Si creen, verán la gloria de Dios”? Dicho esto, fortalezcámonos en el Señor y no tengamos miedo ante la enfermedad, pues Él no nos abandona.
A continuación te presentamos 5 pasajes y versículos de la Biblia que revelan la actitud correcta que debemos tener ante la enfermedad.
“No temas, porque yo estoy contigo, no te inquietes, porque yo soy tu Dios; yo te fortalezco y te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa.” (Isaías 41:10)
“Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” (2 Corintios 12:10)
“Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.” (Mateo 11:28)
“No seas sabio a tus propios ojos, teme al Señor y apártate del mal: eso será un remedio para tu carne y savia para tus huesos.” (Proverbios 3:7-8)
“¡Un corazón alegre es el mejor remedio, pero el espíritu abatido reseca los huesos!” (Proverbios 17: 22)
Es bien sabido que cuando nos enfrentamos a una enfermedad que nos afecta o tenemos un familiar enfermo, podemos sentirnos impotentes y solos en esta lucha. Sin embargo, tengamos presente que Dios no nos abandona, y Él escucha nuestras oraciones, individuales o colectivas.
En Hozana, la primera red mundial de oración cristiana, puedes encontrar para encomendar los enfermos al Señor. Por ejemplo, puedes:
Rezar , y unirte en oración durante 9 días, por la salud física, mental y espiritual de todos nosotros.
Explorar y rezar por todos nuestros hermanos y hermanas que se enfrentan a la enfermedad, de modo que puedan salir victoriosos de esa prueba.
¿Te animas a orar con nosotros? ¡Ven y únete hoy mismo!
“Si está enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia, para que oren por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración que nace de la fe salvará al enfermo, el Señor lo aliviará, y si tuviera pecados, le serán perdonados”. (Santiago 5:14-15)
La Iglesia ofrece para apoyar, animar y consolar a quienes se enfrentan al sufrimiento de la enfermedad o la vejez.
En la Biblia hay muchos. A continuación te presentamos uno del Evangelio de Mateo, que muestra hasta qué punto Jesús estaba atento al sufrimiento y recuerda las numerosas sanaciones milagrosas que realizó: “Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente”. (Mateo 4:23)
En el Salmo 146 (147), el versículo 3 dice: “[El señor] sana a los que están afligidos y les venda las heridas”.
La enfermedad no es deseada por Dios, sino una consecuencia de la caída de la humanidad descrita en el libro del Génesis. El Antiguo Testamento ilustra en numerosas ocasiones lo sensible que es Dios a los sufrimientos de sus hijos y las gracias de consuelo, valor e incluso sanación que envía a quienes le rezan, como muestran los salmos. En el Nuevo Testamento, y en particular en los Evangelios, vemos numerosos ejemplos de sanaciones realizadas por Jesús y luego por sus apóstoles. Por último, la Biblia, en su último libro - el Apocalipsis - nos dice que en el Reino de Dios, “[Dios] secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó”. (Apocalipsis 21:4)