Adán y Eva

Génesis, el primer libro del Antiguo Testamento, nos presenta un relato sobre el origen de la humanidad. Se trata de la historia de Adán y Eva, que nos permite comprender el inicio de la raza humana y su desobediencia hacia Dios. La Biblia nos dice que, en un primer momento Adán fue formado del polvo, y posteriormente Dios lo puso en el Jardín del Edén para que cuidara de él. En este jardín, que también se conoce como el jardín de las delicias, habían dos árboles: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento. Pero, un día Adan y Eva desobedecieron a Dios al comer del fruto del árbol prohibido y fueron expulsados del Edén. Esto ocurrió cuando se dejaron seducir por la serpiente tentadora, dando origen a la caída de Adán y Eva que representa el pecado original. a continuación, Te invitamos a descubrir la historia de Adán y Eva según los escritos bíblicos.

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La orden de Dios para Adán

“El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara. Y le dio esta orden: «Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín, exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte»” (Génesis 2:15-17).

La desobediencia de Adán y Eva

“1 La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: «¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?».
2 La mujer le respondió: «Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín.
3 Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: «No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte».
4 La serpiente dijo a la mujer: «No, no morirán.
5 Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal».
6 Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió.
7 Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera.
8 Al oír la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín, a la hora en que sopla la brisa, se ocultaron de él, entre los árboles del jardín.
9 Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?».
10 «Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí».
11 El replicó: «¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?».
12 El hombre respondió: «La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él».13 El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Cómo hiciste semejante cosa?». La mujer respondió: «La serpiente me sedujo y comí»” (Génesis 3: 1-13).

El árbol del conocimiento del bien y del mal

Cuando Dios creó a Adán y Eva, les dio la capacidad de elegir; este libre albedrío les permitía decidir entre obedecer el mandato de Dios, o desobedecerlo haciendo su propia voluntad. 

¿Alguna vez te has preguntado qué simboliza este árbol del conocimiento del bien y del mal en nuestra vida actual? Pues bien, representa aquellas cosas que, aunque sabemos que van en contra de la Palabra de Dios, nos resultan demasiado atractivas. Cuando Dios nos habla, lo hace con sabiduría, pues Él conoce todo lo que va a suceder y las consecuencias de la desobediencia, por lo tanto, nos advierte las cosas para que tengamos cuidado y librarnos del mal, aún así, en ocasiones decidimos pecar deliberadamente y sufrir las consecuencias. Sin embargo, debemos recordar que, aunque hayamos caído en tentación, podemos acercarnos a Dios por medio de Jesús para pedirle misericordia y gracia: “Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno” (Hebreos 4:15-16).

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