Sabiduría de Salomón

Los libros de reyes del Antiguo Testamento, presentan la historia de los principales hombres que gobernaron el reino de Judá. Allí, la Biblia registra tanto las buenas como las malas acciones de todos los reinados que hubo, desde Saúl, el primer rey, hasta Sedequias, el último gobernante de Judá. Pero entre todos estos reyes, Salomón fue uno de los que más se destacó por su sabiduría y riqueza; de hecho, la Biblia dice que desde la época de su reinado: “El rey hizo que la plata fuera en Jerusalén tan común como las piedras, y que la madera de cedro fuera tan abundante como los sicómoros de la Sefelá” (1 Reyes 10:27). El rey Salomón, quien era el encargado de establecer la justicia y la paz en su tierra, precidió muchos juicios, entre los que se destaca uno en particular. Te invitamos a descubrir este juicio de Salomón que revela la sabiduría recibida de parte de Dios.

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La sabiduría de Salomón para juzgar

“16 Una vez, dos prostitutas fueron a presentarse ante el rey.
 17 Una de las mujeres le dijo: «¡Por favor, señor mío! Yo y esta mujer vivimos en la misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa.
 18 Tres días después de mi parto, dio a luz también ella. Estábamos juntas; no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotros dos.
 19 Pero una noche murió el hijo de esta mujer, porque ella se recostó encima de él.
 20 Entonces se levantó en medio de la noche, tomó de mi lado a mi hijo mientras tu servidora dormía, y lo acostó sobre su pecho; a su hijo muerto, en cambio, lo acostó en mi regazo.
 21 A la mañana siguiente, me levanté para amamantar a mi hijo, y vi que estaba muerto. Pero cuando lo observé con mayor atención a la luz del día, advertí que no era mi hijo, el que yo había tenido».
 22 La otra mujer protestó: «¡No! ¡El que vive es mi hijo!». Y así discutían en presencia del rey.
 23 El rey dijo: «Esta mujer afirma: «Mi hijo es este, el que está vivo; el que está muerto es el tuyo». Esta otra dice: «No, tu hijo es el muerto; el que está vivo es el mío».
 24 Y en seguida añadió: «Tráiganme una espada». Le presentaron la espada,
 25 y el rey ordenó: «Partan en dos al niño vivo, y entreguen una mitad a una y otra mitad a la otra».
 26 Entonces la mujer cuyo hijo vivía se dirigió al rey, porque se le conmovieron las entrañas por su hijo, y exclamó: «¡Por favor, señor mío! ¡Denle a ella el niño vivo, no lo maten!». La otra, en cambio, decía: «¡No será ni para mí ni para ti! ¡Que lo dividan!».
 27 Pero el rey tomó la palabra y dijo: «Entréguenle el niño vivo a la primera mujer, no lo maten: ¡ella es su madre!».
 28 Todo Israel oyó hablar de la sentencia que había pronunciado el rey; y sintieron por él un gran respeto, porque vieron que había en él una sabiduría divina para hacer justicia” 
(1 Reyes 3:16-28).

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El rey Salomón o la sabiduría de Dios expresada

Cuando leemos esta historia, llegamos a admirar esta sabiduría tan especial de Salomón, e incluso podemos pensar en todas esas situaciones en las que podría ser necesaria. La Biblia nos dice que tal sabiduría vino como respuesta a la oración de Salomón: mientras dormía, Dios se le acercó y le dijo: “Pídeme lo que quieras” (1 Reyes 3:5) y Salomón pidió un corazón sabio, capaz de discernir entre el bien y el mal. Dios se agradó de su petición y le concedió más allá de lo que pidió. Recordemos que el Señor también nos dijo: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá” (Mateo 7:7). Al respecto, Santiago se refirió diciendo: “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que la pida a Dios, y la recibirá, porque él la da a todos generosamente, sin exigir nada en cambio” (Santiago 1:5). Por esto, tengamos presente que, la sabiduría de Dios es un don que no debemos temer ni avergonzarnos de pedir.