Árbol del conocimiento

El libro del Génesis, el primer libro de la Biblia, presenta la creación del mundo y del hombre a manera de relato, en forma de mito, con un estilo ilustrado y rico en símbolos, mostrándonos una verdad que trasciende la historia. Como toda narración mítica, podemos ver que la historia de Adán y Eva y su expulsión del Jardín del Edén, está llena de símbolos, por ejemplo, la serpiente astuta, el fruto prohibido, el árbol de la vidael árbol del conocimiento del Bien y del Mal, de cuyo fruto se originó la desobediencia del hombre a Dios, que se conoce como el pecado original.  

Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué Dios no quería que el hombre comiera del fruto del árbol del conocimiento? o ¿por qué Dios puso este árbol en el Jardín del Edén aun sabiendo que Adán y Eva no podían comer de él?

El árbol del conocimiento del bien y del mal y el árbol de la vida

La Biblia dice en el libro de Génesis que Dios había puesto dos árboles en el Jardín del Edén: el árbol del conocimiento y el árbol de la vida:

“Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.”. (Génesis 2:9).

El libro de Génesis también deja entrever que el árbol de la vida estaba en el centro del jardín, y que fue el primero que Dios hizo brotar para ofrecernos. Sin embargo, poco se sabe sobre el árbol del conocimiento. Quizá podemos preguntarnos si estos dos árboles son distintos, o si se trata del mismo árbol que revela una realidad diferente, dependiendo de cómo lo veamos o entendamos.

Ante esto, surge la pregunta ¿Acaso recibiremos la vida eterna -a través del árbol de la vida- cuando acogemos plenamente el misterio de Dios y aceptamos humildemente el hecho de que Él sobrepasa todo entendimiento y que no podemos comprenderlo plenamente ni a Él ni a su creación?

La palabra conocimiento en la Biblia evoca un entendimiento profundo e íntimo, que nos lleva a comprender que, cuando pretendemos saberlo todo, dominarlo todo, “poseerlo” todo, limitamos nuestro mundo a la mera extensión de aquello que es accesible para nosotros, en otras palabras, al querer saber todo “limitamos” la vida solamente a aquello que podemos entender. Si ponemos límites, la muerte y el fin también nos son impuestos.

El fruto prohibido

“Y le dio esta orden: «Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín, exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte»” (Génesis, 2:16-17).

Este pasaje nos muestra que Dios no prohibió, ni impidió al hombre de comer de este árbol, sino que simplemente les advirtió las consecuencias de hacerlo. Entonces, podemos decir que Dios no nos trata como “prisioneros” sino que nos da la libertad de poder elegir libremente.  En el caso de Adán y Eva, vemos que ellos, tentados por la serpiente, optaron por intentar prescindir esta directiva de Dios, y al hacerlo, rompieron su relación con Él, dando origen al pecado original

Por otro lado, sabemos que desde tiempos inmemorables el hombre ha intentado resolver muchas preguntas sobre el fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal, dando origen al surgimiento de diversas teorías. Algunas de estas preguntas son las siguientes: ¿por qué Dios no quería que Adán y Eva lo probaran? ¿Acaso la verdadera sabiduría solo proviene de Dios?, etc... A decir verdad, el hombre no puede pretender entender todo por sí mismo o basarse únicamente en sus conocimientos y en su juicio, ya que esto puede llevarle a cometer graves errores… 

¿Quizá el pecado no radica tanto en la fruta que comieron, sino en la intención que motivó este acto (parecerse a Dios)?... Por otro lado, podemos ver que el pecado de orgullo está presente en muchos mitos fundacionales, como es el caso de Prometeo, Ícaro, etc... Y justamente Satanás, el ángel caído, también experimentó este pecado y quiso arrastrar consigo al hombre para que cayera juntamente con él. Por esta razón, se le presentó en forma de una serpiente astuta y lo sedujo para desobedecer.

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La cruz, el nuevo árbol de la vida

Pero Dios no nos ha abandonado, sino que nos ha dado un nuevo árbol de la vida, que podemos plantar en el centro de nuestro jardín: se trata de la cruz de Cristo. Dicho de otro modo, Jesús, el nuevo Adán, nos muestra el camino para volver a Dios, nuestro Padre.

De hecho, con un corazón lleno de humildad y abandono en Dios, podemos comer de ese preciado fruto y acceder a la vida eterna. 

Por otro lado, podemos decir que el árbol de la vida está no solo al principio de la historia de la humanidad, en Génesis, sino también al final, en el libro de Apocalipsis:

“Después el Ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero, en medio de la plaza de la Ciudad. A ambos lados del río, había árboles de vida que fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas servían para curar a los pueblos”. (Apocalipsis 22:1-2)