Adoración: ¿cómo y por qué adorar a Dios?

¿Qué es la adoración? ¿Cómo adorar a Dios? La Conferencia Episcopal Francesa define la adoración como "una actitud de respeto y amor del cristiano que reza a Dios, convencido de que Él es el único Dios, de quien depende absolutamente todo".

El papa Francisco se refiere a la adoración diciendo: “La adoración es un gesto de amor que cambia la vida. Es actuar como los Magos: es traer oro al Señor, para decirle que nada es más precioso que Él; es ofrecerle incienso, para decirle que sólo con Él puede elevarse nuestra vida; es presentarle mirra, con la que se ungían los cuerpos heridos y destrozados, para pedirle a Jesús que socorra a nuestro prójimo que está marginado y sufriendo, porque allí está Él”. De este modo, la adoración es, ante todo, un gesto natural del hombre hacia su Creador y Salvador, semejante a la adoración de los pastores, quienes supieron ver al niño Jesús como el Hijo de Dios. 

Existen diferentes formas de practicar la adoración: a través de la alabanza, la adoración eucarística, en la misa -durante la consagración- o en momentos específicos. Sin importar la manera en que lo hagas, debes tener presente que la adoración es un acto de amor hacia Dios "en espíritu y en verdad": es amar y dejarse amar, unirse y dejarse transformar.  

Espacio de adoración Eucarística "María Rivier"
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Adorar a Dios: el primer mandamiento

Adorar a Dios es el primer mandamiento:

  • Sólo tenemos un Dios y debemos dar gloria solo a Él, tal y como estaba escrito en las tablas de la ley transmitidas por Moisés.
    "Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar en esclavitud. No tendrás otros dioses delante de mí". (Libro del Éxodo 20; 2-3).
  • Debemos amar a Dios con todo nuestro ser, como nos enseña Jesús.
    "Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento". (Mateo 22; 37-38)

De hecho, sólo Dios puede ser el centro de nuestra adoración. Para los cristianos, Dios es un Dios trino y, por tanto, se nos invita a adorar las tres personas de la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu.

Sin embargo, la adoración va más allá de una simple relación entre el orante y Dios, pues tiene una esencia  comunitaria; la adoración lleva consigo una oración por todo el cuerpo de Cristo y por la humanidad. Respecto a este último punto Jesús nos recuerda: "El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo..." (Mateo 22; 39).

“La adoración del Dios verdadero constituye un auténtico acto de resistencia contra toda forma de idolatría. Adorad a Cristo: Él es la Roca sobre la que construir vuestro futuro y un mundo más justo y solidario. Jesús es el Príncipe de la paz, la fuente del perdón y de la reconciliación, que puede hacer hermanos a todos los miembros de la familia humana”. (Juan Pablo II en la JMJ 2005)

Adorar en espíritu y en verdad

La adoración tiene una dimensión espiritual: es una forma muy libre y personal de dirigirse a Dios, como la meditación cristiana (que está más relacionada a una vida interior). La palabra adoración proviene del latín ad orare que significa dirigirse a, de allí su carácter de cercanía.

“Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad". (Juan 4:23-24)

Estamos llamados a adorar en espíritu y en verdad. Debemos saber que nuestra adoración es llevada principalmente por un movimiento de nuestra alma hacia Dios. De hecho, podría decirse que es una forma de oración que no necesita rituales, ni formalización, sino autenticidad de corazón. 

Si bien es cierto que, la adoración puede basarse en una forma de contemplación (adoración al Santísimo Sacramento del Altar), también se trata de dejar que Dios nos contemple, tal cual como somos. El Señor nunca se esconde, por lo tanto, estamos llamados a abrirle nuestro corazón, a dejarnos amar, sanar y transformar.

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Actos de adoración

A continuación, algunas formas de culto en la tradición cristiana.

La adoración eucarística 

La adoración eucarística es la adoración del Santísimo Sacramento del Altar y la adoración de Jesús, presente en la hostia. 

Durante la misa, mientras se realiza la plegaria eucarística, el sacerdote consagra el pan y el vino: dos elementos que, para los católicos, se convierten en la sangre y el cuerpo de Cristo. Aquí se invita a los fieles a tener un acto de adoración, arrodillándose, inclinando la cabeza y teniendo una actitud de  

De hecho, en las iglesias se hacen tiempos de adoración, aparte de las celebraciones normales, en las cuales se saca el Santísimo Sacramento del sagrario y se presenta en una custodia sacramental, para que los orantes puedan contemplarlo y adorarlo. (Encuentra algunos consejos para experimentar este tiempo de adoración al Santísimo Sacramento del Altar).

Aparte de estos momentos, en cualquier momento podemos tener un tiempo de adoración, gracias a la presencia de Cristo en las iglesias, simbolizada por la lucecita roja cerca del tabernáculo.

La adoración perpetua

En algunas iglesias se practica la adoración perpetua al Santísimo Sacramento. Para esto, los orantes se turnan, de modo que siempre haya alguien que rece y adore al Señor, tanto de día, como de noche. Así como el Señor está constantemente presente, los orantes también deben estar en permanencia. De este modo, hay una unión perpetua y la adoración adquiere todo su sentido comunitario, pues cada orante representa una parte del cuerpo de Cristo que reza por el resto del cuerpo.

Por ejemplo, en Francia, la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre (París) practica este tipo de adoración.

La fiesta de Dios

En la Fiesta de Dios, que se realiza 60 días después de la Pascua, se celebra la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Esta fiesta es la solemnidad del Santísimo Cuerpo y la Sangre de Cristo. 

Durante estas fechas, el sacerdote saca el Santísimo Sacramento de la iglesia y lo exhibe en una procesión por la ciudad.

Alabanza y adoración

Según el principio de los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor". La alabanza y la adoración son, pues, dos formas de dar gloria a Dios. De hecho, mediante la alabanza, el hombre reconoce la grandeza y la bondad de Dios y le da gracias por lo que es. Por lo tanto, estas dos nociones son muy cercanas y proceden del mismo deseo de respeto, amor y gratitud del hombre hacia Dios.

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