Salmo 27

En los últimos tiempos algunos sucesos han sacudido al mundo: crisis sanitaria, muerte de seres queridos, pérdida de empleo, desastres naturales, guerras, violencia... Por eso no es extraño que en ocasiones nos preguntemos ¿cómo reaccionar ante las crisis que afronta el mundo o las luchas que enfrentamos diariamente?.  También sería bueno analizar si tenemos miedo y ansiedad, o más bien si nuestra confianza está puesta en Dios, como lo hizo David. De hecho, cuando la iglesia primitiva fue perseguida y amenazada de todas las formas posibles, los cristianos no se dejaron hundir por los problemas, sino que acudieron a Dios en oración, diciendo: “Ahora, Señor, mira sus amenazas, y permite a tus servidores anunciar tu Palabra con toda libertad.” (Hechos 4:29). Como humanos podemos sentir miedo ante el peligro, sin embargo, cuando oramos, nuestra confianza en Dios se renueva y nuestras fuerzas aumentan.

Recordemos que en este salmo de la Biblia, David proclamó su fe en Dios a pesar de las circunstancias adversas. Por eso, las Escrituras también nos invitan a proclamar la palabra de Dios con todo nuestro corazón para verla cumplida en nuestras vidas.

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El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?

1 El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?
2 Cuando se alzaron contra mí los malvados
para devorar mi carne,
fueron ellos, mis adversarios y enemigos,
los que tropezaron y cayeron.
3 Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no temerá;
aunque estalle una guerra contra mí,
no perderé la confianza.
4 Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo.
5 Sí, él me cobijará en su Tienda de campaña
en el momento del peligro; me ocultará al amparo de su Carpa
y me afirmará sobre una roca.
6 Por eso tengo erguida mi cabeza
frente al enemigo que me hostiga;
ofreceré en su Carpa sacrificios jubilosos,
y cantaré himnos al Señor.
7 ¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
8 Mi corazón sabe que dijiste:
«Busquen mi rostro».
Yo busco tu rostro, Señor,
9 no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda;
no me dejes ni me abandones,
mi Dios y mi salvador.
10 Aunque mi padre y mi madre me abandonen,
el Señor me recibirá.
11 Indícame, Señor, tu camino
y guíame por un sendero llano,
12 No me entregues a la furia de mis adversarios,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
hombres que respiran violencia.
13 Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
14 Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.”

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