Salmo 35

“«No toquen a mis ungidos ni maltraten a mis profetas».” Salmo 105:15. Tengamos presente que Dios siempre protege y ayuda a su pueblo. Sin embargo, cuando se nos presentan situaciones desagradables, podemos llegar a pensar “¿por qué Dios no pone fin a este sufrimiento o me libra de esta injusticia?”... A decir verdad, el Señor quiere defendernos, pero debemos orar e invitarlo para que venga a hacernos justicia. Por ejemplo, puedes recitar este salmo de la Biblia para clamar a Dios por su intervención divina y proclamar nuestra fe, sabiendo que Él es fuerte, justo y nos libra de todo mal.

Texto del Salmo 35

“1 Combate, Señor, a los que me atacan,

pelea contra los que me hacen la guerra.

2 Toma el escudo y el broquel,

levántate y ven en mi ayuda;

3 empuña la lanza y la jabalina

para enfrentar a mis perseguidores;

dime: «Yo soy tu salvación».

4 Que sufran una derrota humillante

los que intentan quitarme la vida;

que vuelvan la espalda confundidos

los que traman mi perdición.

5 Que sean como la paja ante el viento,

mientras el Angel del Señor los arrastra;

6 que su camino sea oscuro y resbaladizo,

mientras el Angel del Señor los persigue.

7 Porque me tendieron sus redes sin motivo

y me cavaron una fosa mortal:

8 ¡que los sorprenda un desastre imprevisto;

que sean atrapados por sus propias redes,

y caigan en la fosa que ellos mismos cavaron!

9 Pero yo me alegraré en el Señor,

me regocijaré por su victoria;

10 todo mi ser proclamará:

«Señor, no hay nadie igual a ti;

tú libras al débil de las manos del más fuerte,

y al pobre, de aquel que lo despoja».

11 Se presentan contra mí testigos falsos;

me piden cuenta de cosas que ignoro;

12 me devuelven mal por bien,

dejando mi alma desolada.

13 Yo, en cambio, cuando ellos estaban enfermos,

me cubría con ropas de penitente,

afligía mi alma con ayunos

y oraba con la cabeza inclinada.

14 Ellos eran para mí como un amigo o un hermano,

y yo andaba triste y abatido,

como quien llora la muerte de su madre.

15 Pero cuando tropecé ellos se alegraron,

se juntaron todos contra mí

y me golpearon sorpresivamente;

me desgarraban sin cesar,

16 se burlaban de mí con crueldad

y rechinaban contra mí sus dientes.

17 Señor, ¿cuánto tiempo vas a tolerarlo?

Líbrame de los animales rugientes,

salva mi vida de los leones;

18 y te daré gracias en la gran asamblea,

te alabaré en medio de una multitud.

19 ¡Que no canten victoria mis enemigos traicioneros,

ni se guiñen el ojo los que me odian sin motivo!

20 Ellos no hablan de paz,

sino que atacan a los oprimidos de la tierra;

traman planes engañosos

21 y se ríen de mí a carcajadas, diciendo:

«Lo hemos visto con nuestros propios ojos».

22 Tú también lo has visto, Señor, no te calles;

no te quedes lejos de mí, Señor;

23 ¡despiértate, levántate, Dios mío,

Señor mío, defiende mi causa!

24 Júzgame según tu justicia, Señor;

Dios mío, que no canten victoria sobre mí;

25 que no piensen: «Se cumplió nuestro deseo»,

ni digan: «Lo hemos devorado».

26 Que sufran una derrota humillante

los que se alegran de mi desgracia;

que se cubran de confusión y de vergüenza

los que se envalentonan contra mí.

27 Canten, en cambio, y alégrense,

los que desean mi triunfo;

los que desean mi felicidad,

repitan siempre: «¡Qué grande es el Señor

que en la paz de su siervo se complace!».

28 Entonces mi lengua pregonará tu justicia,

y cada día proclamaré tu alabanza.”

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