Primeros pasos en el sacerdocio

A la muerte de su padre, en 1924, Josemaría, aun seminarista, se convierte en el jefe de familia. El 28 de marzo de 1925 es ordenado sacerdote. Tras haber ejercido su ministerio en dos parroquias rurales de las afueras de Zaragoza, se establece en Madrid en 1927 para terminar su doctorado de Derecho. Muy pronto es nombrado capellán en una fundación creada por religiosas al servicio de los enfermos y los desheredados de la capital y de sus barrios obreros.

Un retiro espiritual que lo cambió todo

El 2 de octubre de 1928, durante un retiro espiritual, San Josemaría ve claramente lo que Dios espera de él : poner todas sus fuerzas al servicio de lo que se convertirá en el Opus Dei, “una movilización de cristianos dispuestos a sacrificarse con alegría por los demás, a hacer divinos todos los caminos humanos de la tierra, santificando todo trabajo justo, todo trabajo honrado, toda ocupación terrestre”. Es decir, crear en el seno de la Iglesia una nueva familia espiritual compuesta por numerosos laicos, ayudados por algunos sacerdotes.

Desde ese momento pone manos a la obra. Sin recursos económicos y sin relaciones en Madrid, busca la fuerza que necesita con “los enfermos incurables, los pobres abandonados por todos, los niños sin familia”, a quienes pide que recen y ofrezcan su sufrimiento por una intención que le es cara. Comprende también que debe admitir mujeres en el Opus Dei : hoy representan aproximadamente la mitad de sus miembros.

 

Textos de San Josemaría Escrivá de Balaguer

La libertad, don de Dios (extracto 2 de la homilía “La libertad don de Dios”, publicada en “Amigos de Dios”)

El amor de Dios marca el camino de la verdad, de la justicia, del bien. Cuando nos decidimos a contestar al Señor : mi libertad es tuya, nos vemos de repente liberados de todas las cadenas que nos ataban a futilidades, preocupaciones ridículas, ambiciones mezquinas. Y la libertad -ese tesoro incalculable, esa perla maravillosa que nos entristecería arrojar a las bestias- está enteramente dedicada a aprender a hacer el bien.

¡He aquí la libertad gloriosa de los hijos de Dios! Los cristianos que cedieran al desánimo, que fueran timoratos o que envidiaran el libertinaje de los que no han acogido la Palabra de Dios, demostrarían que tienen una triste idea de nuestra fe. Si cumplimos verdaderamente la Ley de Cristo, si nos esforzamos por cumplirla, porque no siempre lo conseguiremos, descubriremos que estamos dotados de ese maravilloso vigor del espíritu que no necesita buscar en otra parte el sentido de la más plena libertad humana.

...continuará mañana