Día 7: N. Sra. del Perpetuo Socorro ampara a sus devotos a la hora de la muerte
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Virgen Santísima, Socorro Perpetuo! de las almas que se acogen a tu amor maternal: dignate pedir por mí a Tu Santísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, para que le sean agradables todos mis pensamientos, palabras y acciones de toda mi vida.
Acepta, ¡Oh tierna madre mía! este pequeño obsequio que te ofrezco en esta Novena, y concedeme las gracias que en ella te pido, si conviene para gloria de Tu Hijo, honra tuya y bien de mi alma. ¡Amén!
DÍA SÉPTIMO - 25 de junio
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro ampara a sus devotos a la hora de la muerte.
El solemne instante en que morimos se decide nuestra suerte, feliz o desgraciada ¡por toda una eternidad! En ese momento el demonio despliega toda su astucia y todas sus fuerzas para tratar de ganarse una nueva alma. Pero no desfallezcamos: tengamos confianza, porque en ese momento también estará presente Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. No en vano todo fiel cristiano repite frecuentemente : «Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.»
Allí estará, pues, a nuestro lado, a la hora de la muerte, para que podamos pasar felizmente del tiempo a la eternidad.
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro! En tan críticos momentos, no me abandones: concédeme la gracia de invocarte entonces con mas fervor que nunca, a fin de expirar con Tu Dulcísimo nombre y el de Tu Santísimo Hijo, en mis labios.
Meditemos recitando:
- tres (3) « Avemarías » en honor de la Virgen
- dos (2) « Glorias » en honor de San Alfonso Maria de Ligorio
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro ¡ruega por mí!
Adorado San Alfonso, inspírame el recurrir a Maria ¡en todas mis necesidades!
Oración Final
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro! ¿qué será de mí cuando este a punto de entregar mi alma a Dios? Ahora cuando pienso en mis pecados, cuando pienso en aquel terrible momento en que se decidirá mi salvación o mi condenación eterna, cuando reflexiono acerca de mi último aliento y el juicio al que me enfrentaré, me pongo a temblar, y me lleno de pavor y confusión.
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro! ¡no me abandones en esa hora terrible! ¿Qué será de mí si me abandonas en ese momento supremo? ¡Virgen Santa!, eres mi esperanza, ven y aligera las angustias que me aprisionan. Fortaléceme cuando el diablo quiera sumirme en la desesperación con el recuerdo de los pecados que he cometido.
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro! a veces un sentimiento angustioso me retuerce el corazón. De hecho, cuando pienso en mi miseria me siento sin dignidad para atreverme a hablar contigo y pedir tus favores.
Sin embargo, tu dulce imagen parece decirme:
«Confianza, mi hijo! ¿No soy luego la Madre misericordiosa? Yo no busco premiar méritos, sino ¡sanar dolores! Mi título de Madre del Perpetuo Socorro anuncia que Dios me envía en su nombre, para aliviar todas tus miserias.»
Concédeme la gracia de invocarte más que nunca para que al expirar, yo este pronunciando tu dulce nombre y el de tu adorable Hijo, y que yo muera amando a Dios, amándote a ti, y así estar siempre en el paraíso.
¡Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que eternamente seas alabada, amada, invocada y bendita! Te ruego seas mi esperanza, mi madre, mi refugio mi amor y mi vida.
Transmíteme ¡oh, Madre del Perpetuo Socorro! confianza ilimitada en tu infinita y poderosa bondad. ¡Amén!
Acción concreta: Encomendarnos diaria y frecuentemente a la Virgen del Perpetuo Socorro para obtener una buena muerte.
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Que vos paroles soient toujours bienveillantes, qu’elles ne manquent pas de sel, vous saurez ainsi répondre à chacun comme il faut. Col 4 : 6