Día 5: Obra de Misericordia corporal: visitar y cuidar a los enfermos.

Obra de Misericordia corporal: visitar y cuidar a los enfermos.

CON EL ANTIGUO TESTAMENTO


Escrito de Ezequías, rey de Judá, cuando cayó enfermo y se repuso de su enfermedad: (...) Arrancan mi morada y me la arrebatan, como una carpa de pastores. Como un tejedor, yo enrollaba mi vida, pero él me corta de la trama: ¡de la mañana a la noche terminas conmigo! Pido auxilio hasta la mañana; él quiebra todos mis huesos como un león: ¡de la mañana a la noche terminas conmigo! Estoy piando como una golondrina, gimo como una paloma. Mis ojos se consumen de mirar a lo alto: ¡me oprimen, Señor, sé tú mi fiador! ¿Qué diré para que me responda, si es él quien lo hace? Andaré errante a lo largo de mis años, con amargura en el alma. Los que el Señor protege, vivirán, y su espíritu animará todo lo que hay en ellos: tú me restablecerás y me harás revivir. Mi amargura se cambió en bienestar: tú has preservado mi vida de la fosa del aniquilamiento, porque has arrojado detrás de tus espaldas todos mis pecados. –Isaías 38: 9–12-17


CON EL NUEVO TESTAMENTO

Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos. Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres. Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban curados. –Hechos de los Apóstoles 5: 12-16 

CON LOS SANTOS

Luis Martin

Mientras mantenían a una familia numerosa, Luis y su esposa daban generosamente su energía y dinero a los pobres, a la Iglesia y a las causas de caridad y de justicia en la sociedad que les tocó vivir. Una vez, en la estación de tren, se encontró con un pobre epiléptico que no tenía dinero para su pasaje, le dio una parte del dinero, recogió el resto de las otras personas y lo sentó en su puesto.

Santa María Faustina Kowalska

En 1936, mientras era tratada en el Hospital Pradnik, vio a personas enfrentar la muerte a diario. Luego hace el apostolado con la muerte como su primer objetivo, visitarlos y rezar con ellos el 'Rosario de la Divina Misericordia'. Cuando este acompañamiento se vuelve físicamente imposible para ella, el don de bilocación le permite continuar su trabajo, su espíritu va a la cabecera del moribundo. 

Edith Stein

Nació en 1891 en una familia judía pero a los 14 años decidió hacerse atea. Siempre fue una joven inquieta que se preguntaba constantemente por el sentido de la vida y del mundo que la rodeaba. Por eso, eligió estudiar filosofía. Durante la I Guerra Mundial se acercó por primera vez al católicismo en busca de respuestas tras haber visto el dolor y la destrucción causados por la contienda. En 1916 interrumpe sus estudios para trabajar en Austria al servicio de la Cruz Roja, atendió a heridos de guerra en el hospital para enfermos infecciosos de Mährisch-Weisskirchen. Le asignaron el pabellón de enfermos de tifus donde pudo vivir en primera persona el odio, la barbarie y la estupidez humana.

Frédéric Ozanam

Creció en un ambiente familiar cristiano, conociendo la fe a través de sus padres, sobre todo de la mano de su madre, Marie Nantas. Cuando era niño, estuvo marcado por la vida de su padre, el doctor Jean-Antoine-François Ozanam, que era un buen ejemplo de caridad y que cuando tuvo lugar la batalla de Leipzig (1813) llenó los hospitales de heridos, tratando a amigos y enemigos con la misma abnegación. Un día de invierno, Ozanam exclama con entusiasmo: “La bendición de los pobres es de Dios… vayamos a los pobres”. Y dicho esto, va a llevar a un pobre de su barrio la madera que le quedaba para calentarse.

Prière de la communauté

Oración a la Misericordia Divina, de San Juan-Pablo II

Dios, Padre Misericordioso, que has revelado Tu Amor en tu Hijo Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo: Te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre. Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota todo mal; haz que todos los habitantes de la tierra experimenten Tu Misericordia, para que, en Ti, Dios Uno y Trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza. Padre Eterno, por la Dolorosa Pasión y Resurrección de Tu Hijo, Ten Misericordia de nosotros y del mundo entero. Amén.

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Que vos paroles soient toujours bienveillantes, qu’elles ne manquent pas de sel, vous saurez ainsi répondre à chacun comme il faut. Col 4 : 6

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14 Obras de Misericordia, espirituales y corporales

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