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Misterios gloriosos (Rosario de los miércoles y los domingos)

Misterios gloriosos (Rosario de los miércoles y los domingos)

Los misterios gloriosos son los últimos misterios de la oración católica del Rosario. Corresponden al Rosario de los miércoles y domingos. Se rezan después de los misterios gozosos, los misterios luminosos y los misterios dolorosos. Estos misterios evocan al Cristo resucitado y al camino que Él abrió entre el cielo y la tierra. 

¿Cómo rezar y meditar los misterios gloriosos?

Estos son los últimos misterios del Rosario y evocan la gloria de Cristo y de María. Para ayudarnos a sumergirnos en estos misterios, debemos ir más allá de los evangelios, los cuales, en su mayoría, se detienen antes:

  • Ya sea a través de los textos sagrados como los Hechos de los Apóstoles o el Apocalipsis,

  • O con representaciones (imágenes, cuadros...), especialmente para los dos últimos que se refieren a María.

Para cada uno de estos misterios, se reza una decena del Rosario: 1 Padre Nuestro, 10 Avemarías y 1 Gloria al Padre.

Según la tradición del rezo del Rosario, estos misterios se rezan los miércoles y domingos, pero, al ser portadores de la esperanza y la fe cristianas, podemos rezarlos y meditarlos siempre que nos sintamos debilitados o desanimados.

Los cinco misterios gloriosos

La Resurrección

"El Ángel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba." (Mateo 28:5-6).

Antes de comenzar a rezar el Padrenuestro, que introduce la decena de Avemarías, podemos ofrecerla al Señor con estas palabras: "Te ofrezco, Señor Jesús, estas decenas en honor a tu triunfante Resurrección, y te pido, por este misterio y por la intercesión de tu Santa Madre, una fe viva".

  • Frutos de este misterio: la fe y la conversión de los corazones. La resurrección es el centro de la fe cristiana. De hecho, ¿cuál sería el masaje de Cristo si no hubiera vencido la muerte? Creemos que Él nos dio acceso a la vida eterna y que somos salvos a través de él.

Frase que añadimos a cada Ave María de la decena: "Y Jesús resucitado, quien venció el mal y la muerte, el fruto de tu vientre..."

Finalmente, terminamos la décima invocando las gracias de este misterio: "Gracias de la Resurrección, desciendan sobre mi alma y háganla verdaderamente fiel".

La Ascensión

“Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir.” (Hechos 1:9-11).

"Te ofrezco, Señor Jesús, esta decena en honor a tu gloriosa Ascensión, y te pido, por este misterio y por la intercesión de tu Santa Madre, una esperanza firme y un gran deseo de paraíso"

  • Fruto de este misterio: la esperanza y el deseo del cielo. De hecho, es esta esperanza y el hecho de volverse completamente hacia este objetivo, lo que nos permite avanzar firmemente en el camino de Cristo.

Frase que añadimos a cada Ave María de la decena: "Y Jesús, quien subió al cielo, el fruto de tu vientre...".

"Gracias de la Ascensión de Jesús, desciendan sobre mi alma y háganla verdaderamente celestial."

El pentecostés

"De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse." (Hechos 2:2-4).

"Te ofrezco, Espíritu Santo, esta decena en honor al misterio de Pentecostés, y te pido, a través de este misterio y de la intercesión de María, la sabiduría divina para conocer, experimentar y practicar la verdad, y para hacerla conocer a todos.”

  • Fruto de este misterio: la caridad y el celo apostólico. A partir de Pentecostés, los apóstoles se dispusieron a proclamar la Buena Nueva al mundo. Nuestra fe no es nada si no se enfoca en los otros o si no nos encamina hacia nuestros hermanos.

Frase que añadimos a cada Ave María de la decena: "Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, quien envió el Espíritu Santo sobre los apóstoles..."

"Gracias de Pentecostés, desciendan sobre mi alma y háganla verdaderamente sabia según Dios."

La Asunción de María

"Te ofrezco, Señor Jesús, esta decena en honor a la Inmaculada Concepción y a la Asunción en cuerpo y alma de tu Santa Madre en el cielo, y te pido, a través de estos dos misterios y por su intercesión, una verdadera devoción a ella, para que yo pueda vivir y morir bien.”

Fruto de este misterio: la gracia de una muerte buena y la devoción filial a María. En el Ave María, pedimos a la Virgen que ruegue por nosotros en los dos momentos más importantes de nuestra vida: ahora (el momento presente) y en la hora de nuestra muerte (en la hora del encuentro con nuestro Padre).

Frase que añadimos a cada Ave María de la decena: "Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, quien te llevó al cielo..."

"Gracias de la Inmaculada Concepción y de la Asunción de María, desciendan sobre mi alma y háganla verdaderamente devota de María."

La Coronación de María

"Te pido Señor Jesús, por los veinte misterios de tu vida, de tu muerte, de tu pasión, de tu gloria y por los méritos de tu Santa Madre, que conviertas a los pecadores, ayudes a los moribundos, liberes a las almas del purgatorio y nos des a todos tu gracia de vivir bien y morir bien. Concédenos señor la gracia de tu gloria para verte cara a cara y amarte por toda la eternidad. Amén.”

  • Fruto de este misterio: la perseverancia final y la confianza en María.

Frase que añadimos a cada Ave María de la decena: "Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, que te coronó Reina del Cielo.”

La Oración al Cristo Glorioso de Pierre Teilhard de Chardin

“Cristo glorioso; Influencia secretamente difundida en el seno de la Materia y Medio Divino deslumbrador en el que se encuentran las innumerables fibras de lo Múltiple, Potencia implacable como el Mundo y cálida como la Vida.

Tú, en quien la frente es de nieve, los ojos de Fuego, y los pies son más centelleantes que el oro en fusión; Tú, cuyas manos aprisionan las estrellas, Tú, que eres el primero y el último, el vivo, y el muerto y el resucitado;

Tú, que concentras en Tu unidad exuberante todos los encantos, todos los gustos, todas las fuerzas, todos los estados; a Ti era a quien llamaba mi ser con un ansia tan amplia como el Universo: ¡Tú eres realmente mi Señor y mi Dios!

Señor, escucha el deseo de lo que me atrevo a llamar mi alma, ¡empújame hacia los pliegues más íntimos del Centro de Tu Corazón! Cuando, aprisionado en la intimidad celosa de un santuario divino, me siento, sin embargo, errando libremente a través del cielo de todas las criaturas, entonces sabré que me acerco al lugar central hacia el cual converge el corazón del Mundo en la irradiación descendente del Corazón de Dios. 

Enséñale la verdadera pureza, esa pureza que no es una separación debilitante de las cosas, sino un impulso a través de todas las bellezas; descúbrele la verdadera caridad, esa caridad que no es el miedo estéril a obrar el mal, sino la voluntad enérgica de forzar todos juntos las puertas de la Vida.

Dale, finalmente, dale, sobre todo, mediante una visión cada vez mayor de Tu omnipresencia, la bienaventurada pasión por descubrir, de hacer y de experimentar cada vez un poco más al Mundo, con el fin de penetrar cada vez más en Ti. Amén."

Fuente: COMENTARIOS a la LA MISA SOBRE EL MUNDO de Pierre Teilhard de Chardin (1923)

¡Oremos al Espíritu Santo, enviado por Cristo, con Hozana!

"Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí." (Juan 15:26).

Podemos sentir este vínculo con el cielo todos los días gracias al Espíritu Santo. Acércate al Consolador, enviado por Jesús, y déjate guiar por él uniéndote a una comunidad de oración al Espíritu Santo. A continuación algunos ejemplos: