El rezo del rosario nos invita a meditar sobre los acontecimientos de la vida de Cristo a través de la mirada de María. Los misterios gozosos, la primera serie de misterios del rosario, evocan los acontecimientos que rodearon el nacimiento de Jesús y su infancia. El Evangelio según San Lucas narra la llegada de María y José a Belén, el nacimiento del Niño Jesús en un establo y entre pastores, y cómo la gloria de Dios se revela a los más humildes, como conmemoran los cristianos cada año en Navidad. A continuación, descubre cómo meditar este magnífico misterio de la Encarnación, esencia de la fe cristiana, rezando el rosario.
“En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.
Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!”.
Después de que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido, y que el Señor nos ha anunciado”. Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.
Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido".(Luc 2, 1-20).
La Natividad de Jesucristo es el tercero de los 5 misterios gozosos que suelen rezarse los lunes y los sábados (Consulta los rosarios de los distintos días de la semana).
Puedes meditar todo el pasaje o concentrarte en un aspecto específico de esta preciosa narración: el nacimiento, el anuncio de los ángeles a los pastores, la adoración de los pastores, etc. Para ello, puedes añadir una cláusula al rezo de las Avemarías de la decena correspondiente.
Los frutos espirituales asociados a este misterio son la sencillez, la humildad, el espíritu de pobreza... Ilustrados por el Salvador que se encarna en un niño pequeño y nace en un establo en medio de un burro y un buey, por María y José que no tienen lugar en la ciudad, y por el anuncio hecho primero a los pastores.
“Los primeros adoradores, la primera compañía que Nuestro Señor quiere en su cuna, son los más humildes, los más toscos, los más pequeños, los más sencillos también: ¡los pastores! No se contenta con aceptarlos, los llama, los hace llamar por los espíritus puros, superiores en pureza, inteligencia, amor y poder, que son los ángeles...
Qué bálsamo has puesto en el corazón de los pobres, de los pequeños, de los despreciados del mundo, mostrándoles desde Tu nacimiento que son Tus privilegiados, Tus predilectos, los primeros en ser llamados: los siempre llamados en torno a Ti que quisiste ser uno de ellos y estar rodeado de ellos desde Tu cuna y toda Tu vida”. (San Carlos de Foucauld)
“Cuenta una hermosa leyenda que, cuando nació Jesús, los pastores acudieron a la gruta con diversos regalos. Cada uno llevaba lo que tenía, uno el fruto de su trabajo, otro algo precioso. Pero mientras todos gastaban generosamente, había un pastor que no tenía nada. Era muy pobre y no tenía nada que ofrecer. Mientras todos competían por presentar sus regalos, él se quedaba a un lado, avergonzado. En cierto momento, San José y la Virgen se encontraron en dificultades para recibir todos aquellos regalos, sobre todo María, que tenía que llevar al Niño. Al ver al pastor con las manos vacías, le pidió que se acercara. Y le puso a Jesús en brazos. Al acogerlo, el pastor se dio cuenta de que había recibido algo que no merecía, que tenía en sus brazos el mayor regalo de la historia. Se miró las manos, esas manos que siempre le habían parecido vacías: se habían convertido en la cuna de Dios. Se sintió amado y, superando su vergüenza, empezó a mostrar a Jesús a los demás, porque no podía guardarse para sí el regalo de los regalos.
Querido hermano, querida hermana, si tus manos parecen vacías, si ves tu corazón falto de amor, esta noche es para ti. La gracia de Dios ha aparecido para brillar en tu vida. Acógela y brillará en ti la luz de la Navidad”. (Papa Francisco)
“¿De qué me sirve que Cristo haya nacido una vez de María en Belén, si no nace también por la fe en mi alma?” (Orígenes)
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