El Pecado, El Perdón y Las Consecuencias
En aquellos días, el Señor envió a Natán a David.
Entró Natán ante el rey y le dijo: «Había dos hombres en un pueblo, uno rico y otro pobre. El rico tenía muchos rebaños de ovejas y bueyes; el pobre sólo tenía una corderita que había comprado; la iba criando, y ella crecía con él y con sus hijos, comiendo de su pan, bebiendo de su vaso, durmiendo en su regazo: era como una hija. Llegó una visita a casa del rico, y no queriendo perder una oveja o un buey, para invitar a su huésped, cogió la cordera del pobre y convidó a su huésped.»
David se puso furioso contra aquel hombre y dijo a Natán: «Vive Dios, que el que ha hecho eso es reo de muerte. No quiso respetar lo del otro; pues pagará cuatro veces el valor de la cordera.»
Natán dijo a David: «¡Eres tú! Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías, el hitita, y matándolo a él con la espada amoníta.
Asi dice el Señor: "Yo haré que de tu propia casa nazca tu desgracia; te arrebataré tus mujeres y ante tus ojos se las daré a otro, que se acostará con ellas a la luz del sol que nos alumbra. Tú lo hiciste a escondidas, yo lo haré ante todo Israel, en pleno día."»
David respondió a Natán: «¡He pecado contra el Señor!»
Natán le dijo: «El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás. Pero, por haber despreciado al Señor con lo que has hecho, el hijo que te ha nacido morirá.»
Natán marchó a su casa. El Señor hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y cayó gravemente enfermo. David pidió a Dios por el niño, prolongó su ayuno y de noche se acostaba en el suelo. Los ancianos de su casa intentaron levantarlo, pero él se negó y no quiso comer nada con ellos.
¿Alguna vez te has puesto a pensar en cómo se diferencian estás tres palabras: Pecado, perdón y consecuencias? O mejor aún, ¿Cómo se vive cada una?
La realidad es que las tres son como eslabones en una misma cadena, están íntimamente unidas y hacen parte de nuestro diario vivir. El problema actual de la sociedad en que vivimos y también al interior de nuestras iglesias, está en la mala comprensión o incompleta interpretación de esta triada.
Hablemos de lo que sucede en muchas de las iglesias de nuestros tiempos:
Cómo consecuencia de la falta de discernimiento, de la ignorancia bíblica y de una carencia de verdaderos maestros para el pueblo, muchos "fieles" llevan una vida sumida en la práctica de ciertos pecados, de los cuales no buscan salir, viven vidas que no tienen la más mínima intención de transformación; ¿Y cuál es la causa?
Se les ha vendido un Dios que perdona cualquier falta sin que exista arrepentimiento, se les ha insertado en sus mentes la idea de que el pedir perdón a Dios me exime de las consecuencias de mis errores y peor aún, qué puedo tener a Dios y su perdón como una especie de mecanismo inmediato para cuando voluntariamente me dispongo a pecar.
Muchos viven con la filosofía: ¡El que peca y reza empata!
Es necesario entender que todo pecado tiene dos tipos de consecuencias una de índole espíritual y la otra de tipo natural.
La primera implica la ruptura inmediata de nuestra comunión con Dios, es decir, nos alejamos de su presencia, tal como Adán se escondió de Dios al saber que estaba desnudo.
El perdón de Dios es inmediato en resolver esta cuestión siempre y cuando el pecador se arrepienta verdaderamente de sus maldades, sin embargo debemos saber, que lo que motiva ese arrepentimiento es el valor que este pecador da a su relación con Dios, es decir, cuánto más ame a Dios menos va a querer estar lejos de Él y más real, sincero y profundo será tal acto de arrepentimiento.
Pero el rápido retorno a la comunión con Dios, no implica que en el ámbito de lo natural no existan consecuencias y que no se vivan intensamente esas consecuencias. Es cierto que solo cuando Dios lo decida Él puede evitar que las vivamos, o hacer que estás sean quizá en menor proporción a lo que legítimamente merecíamos, pero este es un terreno desconocido y no mensurable para nuestra humanidad.
Lo cierto es que indistintamente de que mi comunión con Dios esté restituida, viviré las consecuencias naturales, físicas y emocionales de mi pecado.
El perdón de Dios y su inmediatez en perdonarnos no puede convertirnos en una especie de seres sin conciencia, es decir, de aquellos que irónicamente pecan por deporte simplemente porque se escudan en las palabras: Yo sé que Dios me perdona, así que no me preocupo.
El caso de David nos da una total claridad sobre el perdón, el pecado y las consecuencias. David cometió varios pecados de manera premeditada, adulteró y fue autor intelectual de un asesinato. Dios en su misericordia envía al profeta Natan para confrontarlo y podemos inmediatamente notar que su primera reacción se da en el plano espíritual, David dice: He pecado contra el Señor, Natan responde: Ya Dios ha perdonado tu pecado, no morirás.
En estas últimas palabras podemos entender dos asuntos:
- Dios, quien ve nuestros corazones, ve el de David y conoce la profundidad y seriedad de su arrepentimiento. El perdón es inmediato, el restablecimiento de su comunión es ipso facto.
- La misericordia de Dios pudo haber tocado la esfera natural al evitarle la muerte física, pues por ley está le correspondía. También en estas palabras encontramos un mensaje de tipo profético, pues solo el perdón de Dios nos libra de la muerte eterna, de la que somos acreedores.
Ahora bien dejando aún lado el plano espíritual, en lo natural David tuvo consecuencias: El hijo, producto del adulterio moriría. Está consecuencia no tocaba solo a David, sino también a Betsabé. Del mismo modo también existirían consecuencias en su entorno y esto para aprender de parte de Dios, que nuestros pecados no solo nos afectan a nosotros sino también a los que nos rodean. Muchos sufren un daño colateral a causa de nuestras acciones.
El pecado crea desorden, rompe la armonía, desestabiliza y estremece las bases de todo lo que es bueno en alguna medida.
Podemos entonces resumir que el perdón de Dios es primeramente en el plano de nuestra comunión con el y que por tanto si existe un verdadero arrepentimiento, este será inmediato. Nuestra comunión se reanudará sin demora.
Es posible que Dios en su misericordia y de acuerdo con lo que es nuestro amor hacia él, pueda eximirnos de consecuencias en el plano natural, o bien hacerlas menguar.
El perdón de Dios trae como primer acto de bondad nuestra libertad frente al destino mortal que nos correspondería.
El arrepentimiento verdadero solo se da en una persona que ama a Dios y que es consciente de que acaba de fallarle. Un corazón arrepentido, triste y desolado por haber desobedecido a Dios es un aroma grato a nuestro padre celestial que solo busca amarnos.
Toda práctica del pecado refleja nuestra relación con Dios o pone a la luz la forma equivocada en la que entendemos el concepto de perdón, arrepentimiento y su amor. El amor de Dios no es un amor permisivo, no es un amor tolerante a la práctica del pecado.
Mi pecado daña a los que me rodean y en esto no cumplo el mandamiento de amar a mi prójimo. El alcoholismo, las drogas, las pasiones sexuales vergonzosas y todo vicio termina por dañar a los que nos aman y a los que amamos.
Viviremos las consecuencias naturales de nuestros pecados aún cuando nuestra relación con Dios esté restituida, el nos hará más fácil vivir las, pero aun así pasaremos un tiempo en el desierto. Es importante que sepamos que muchas de estas consecuencias producirán en nosotros características necesarias para un mayor nivel espiritual, para amar más a nuestro Señor y para aborrecer aún más el pecado.
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6