Evangelio según San Juan 14,15-16.23b-26.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.
Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes:
Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.
El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»
Comentario del Evangelio
San Juan María Vianney (1786-1859), presbítero, cura de Ars
El Espíritu del Santo Cura de Ars en sus Catecismos, sus Sermones, sus Conversaciones.
El hombre por sí mismo no es nada, pero es bastante con el Espíritu Santo. El hombre es totalmente terrestre y animal; sólo el Espíritu Santo puede elevar su alma y llevarlo hacia arriba.
Como esos anteojos que hacen grandes los objetos, el Espíritu Santo nos hace ver el bien y el mal en grande. Con el Espíritu Santo, vemos todo en grande: vemos la grandeza de las mínimas acciones hechas para Dios, y la grandeza de las faltas más mínimas. Como un relojero con sus anteojos puede distinguir los más pequeños engranajes de un reloj, con las luces del Santo Espíritu distinguimos todos los detalles de nuestra pobre vida.
Sin el Santo Espíritu, todo es frío: cuando sentimos que el fervor se pierde, ¡debemos hacer rápidamente una novena al Santo Espíritu para pedir la fe y el amor!
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6