El perfume del perdón

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En el siguiente evangelio se hablará de una mujer, a quien Jesús exorcizó de siete demonios. Tradicionalmente se identificó a esta mujer con María Magdalena, sin embargo, no hay una evidencia bíblica de que se trate de la misma persona. En el día de hoy, haciendo esta distinción recorreremos este evangelio donde el encuentro de esta esta mujer con Jesús, nos invita a seguir avanzando y convertirnos a cada instante, un apóstol como lo fue María Magdalena. Apóstoles del Amor.

El Evangelio - Lucas 7, 36-50

Un fariseo invitó a Jesús a comer con él.  Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!» Pero Jesús le dijo: «Simón, tengo algo que decirte».  «Di, Maestro!», respondió él. «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos amará más?». Simón contestó: «Pienso que aquel a quien perdonó más». Jesús le dijo: «Has juzgado bien». Y volviéndose hacia la mujer, dijo de Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.  Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor». Después dijo a la mujer: «Tus pecados te son perdonados». Los invitados pensaron: «¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?». Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz».


Meditación

En el camino esta mujer, de quien bíblicamente no se relaciona con María Magdalena,  oye hablar de un hombre que también va de camino en camino, de Jerusalén a Cafarnaúm, de Samaria a Galilea. La gente dice que él hace milagros: sana, habla con autoridad, perdona. Los hombres lo siguen, como aquel famoso publicano corrupto, Leví. Algunos fariseos están indignados por la actitud de ese hombre llamado Jesús. ¿Quién se cree? ¿El Hijo de Dios? ¿Quién es ese judío capaz de comer en la mesa de los pecadores? ¿Quién es Jesús para perdonar los pecados? Jesús, el que salva, replica a los fariseos: «No son los sanos que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan» (Lucas 5, 31-32). Esta frase es decisiva en la vida de esta mujer. Ella reconoce humildemente que está enferma y que es pecadora. Acaso piensa: «El puede curarme. Voy a ir hacia él, iré a encontrarlo, y si es realmente el médico de todas las almas, entonces me sanará.»

La oportunidad de encontrarlo viene cuando ella  oye decir que Jesús es invitado a la casa de Simón el fariseo. Se prepara para ir allí. Sale a su encuentro. Surge en medio del festín, se arroja a sus pies y derrama en ellos, todas su lágrimas de arrepentimiento. Humildemente, seca los pies de Cristo con su cabellera. Los besa y derrama en ellos un perfume de gran valor. Frente a Simón que juzga a esa mujer, Cristo la defiende y dice al fariseo: «sus numerosos pecados le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor.»  (Lucas 7, 47). Luego Cristo se dirige a ella «tus pecados te son perdonados (Lucas 7, 48); tu fe te ha salvado, vete en paz (Lucas 7, 50).»


Oración de la comunidad

Oración de un penitente

Santa María Magdalena, tú que obtuviste el perdón de Jesús de todos tus pecados, tú que lo has asistido hasta su último suspiro al pie de la cruz, tú que fuiste el primer testigo de su resurrección y del primer anuncio de la alegría pascual, te suplico que escuches mi oración. Intercede por mí ante nuestro Señor Jesucristo, para me conceda su perdón por todos mis pecados, mis dudas, mi falta de bondad y caridad con mis parientes, y con todos los que están cerca de mí, por todos mis errores cometidos voluntariamente o involuntariamente. Ahora que estás cerca de Jesús, no me abandones en mi desamparo. Haz que el Señor me otorgue la absolución, que me permita recuperar la serenidad, la paz del corazón, del alma y del espíritu.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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Novena a Santa María Magdalena, para AMAR a Jesús

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