Hoy contemplamos los Misterios Gloriosos

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Primer Misterio Glorioso: La resurrección del Hijo de Dios 

Primer Misterio Glorioso: La resurrección del Hijo de Dios «El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían que pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron: “¿Por qué buscáis ente los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”» (Lc 24, 1-6). 

 «”Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe” (1Cor 15, 14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó» (CIC, 651).

  Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.

Segundo Misterio Glorioso: La Ascensión del Señor al cielo 

Segundo Misterio Glorioso: La Ascensión del Señor al cielo  «El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios» (Mc 16, 19).

  «Esta última etapa permanece estrechamente unida a la primera, es decir, a la bajada desde el cielo realizada en la Encarnación. Sólo el que “salió del Padre” puede volver al Padre: Cristo» (CIC, 661).

 Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.

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Tercer Misterio Glorioso: La venida del Espíritu Santo «Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse» (Hch. 2, 1-4). 

 «”Espíritu Santo”, tal es el nombre propio de Aquél que adoramos y glorificamos con el Padre y el Hijo. La Iglesia ha recibido este nombre del Señor y lo profesa en el Bautismo de sus nuevos hijos» (CIC, 691).

 Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.

Cuarto Misterio Glorioso: La Asunción de María al cielo 

Cuarto Misterio Glorioso: La Asunción de María al cielo  «Todas las generaciones me llamarán bienaventurada porque el Señor ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1, 48-49).

  «La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su Cuerpo» (CIC, 974).

 Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.

Quinto Misterio Glorioso: La coronación de María como Reina y Señora de todo lo creado 

Quinto Misterio Glorioso: La coronación de María como Reina y Señora de todo lo creado  «Una gran señal apareció en el cielo: una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap. 12, 1). 

  «Finalmente, la Virgen inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte» (CIC, 966).

Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria. 

 

Oración de la comunidad

Consagración a Nuestra Sra. del Rosario

En comunión con Jesucristo, nos consagramos a Ti, Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, Señora del Rosario. Con este acto queremos expresar nuestra disponibilidad a la voluntad de Dios, guiados por tu solicitud maternal. Es un acto que nos compromete a vivir según las exigencias de nuestro bautismo, como personas consagradas a Cristo y miembros de la Iglesia Santa. ¡Madre nuestra, Señora del Rosario!, ayúdanos a vivir como hijos de Dios. Nos consagramos a Ti, a tu Corazón Inmaculado, para que con tu ayuda podamos vivir con fidelidad en obsequio de Cristo. Acepta, Madre de la Iglesia, nuestra consagración, y ayúdanos a ser fieles en todo. Amén. Soy totalmente tuyo y todas mis cosas tuyas son.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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