Evangelio según San Juan 15,9-11.

Jesús dijo a sus discípulos:
«Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.
Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»

Comentario del Evangelio

San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), obispo y doctor de la Iglesia
Hablar a Dios con confianza y familiaridad (Manière de converser avec Dieu, Le Laurier, 1988), trad. sc©evangelizo.org

Crean que no existe en el mundo ni amigo, ni hermano, ni padre, ni madre, ni esposo, ni novio que los ame más que su Dios. La gracia divina es ese tesoro de gran valor, ese tesoro infinito del que habla el Sabio. Del momento que nos valemos de ella, nos hace partícipes de la amistad con Dios (cf. Sb 7,14). Delante de Dios, somos sólo débiles creaturas, pobres servidores. Pero he aquí que devenimos los amigos, los amigos muy queridos de nuestro Creador.

En vista de hacernos confiar en él, se anonadó (Flp 2,7), abajándose hasta hacerse hombre, para conversar familiarmente con los hombres (cf. Ba 3,38). No era suficiente: se hizo niño, se hizo pobre, por decreto de justicia se dejó poner a muerte delante de todo el pueblo, sobre una cruz. Más aún, va hasta situarse bajo las especies de pan para hacerse nuestro compañero de cada día y unirse, con unión íntima a cada uno de nosotros: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6,56). Se diría que tiene amor sólo por ustedes, tanto los ama.

Por eso, deben amarlo a él y a nadie más. De él ustedes pueden y deben decir: “Mi Amado es a mí y yo soy a Él” (Ct 2,16). Mi Dios se ha dado sin reservas y sin reservas me doy a él. Fui elegido por él como objeto de su ternura. Él entre miles, entre todos, blanco y bermejo (Cf. Ct 5,10), amable y amante, elegido de mi corazón, el único que quiero amar.

    

Oración de la comunidad

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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