La fragancia de Dios es vida para la humanidad

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La memoria de los olores, fragancias y aromas nos sintoniza con lugares, personas, situaciones, en un contexto claro y preciso que enriquece y despliega lo vivido… en este tiempo de cuaresma sucede lo mismo: ¿qué memoria viva del corazón hace explanar y explicitar el aroma de reinado de Dios contagiando de vida y haciendo brotar la vida verdadera?, ¿cuándo, cómo y dónde he experimentado que el olor de Cristo ha estado envolviendo el ambiente?, ¿experimento, percibo y olfateo una nueva fragancia fresca que trae la presencia y cercanía de la buena noticia del reinado de Dios?


Existe un riesgo de olvido de Dios, pero sin embargo no es posible olvidarle, porque el está allí y hace sentir su presencia y cercanía, su familiaridad con la humanidad, porque es un paseante en medio de la brisa que sopla en los árboles del jardín (Gn 3,8) y no hay que temer. Es la hora de volver a destapar la diversidad de fragancias que den aliento de frescura, es el momento de expandir el aroma de la vida verdadera, de sentir los gustos de Dios por la humanidad y de tomar en serio a Dios que es de verdad creíble y “reinventar” el Dios desconocido de Jesucristo. Es el momento de entonar con alegría el canto de la fiesta de liberación (Sal 80,3-7) que ha establecido su puesto, su tienda y su casa en medio de nosotros (Jn 1,14); que nos dice que hay que desterrar el miedo (Mt 17,7; Mc 6,50) que no retuvo nada para sí, sino que se vació, dándose (Fil 2,6-8).


Dios es amor, así define la primera carta de Juan a Dios (1 Jn 4,8.16) es una transgresión de todas las ideas comunes sobre Dios, ya no es un dios de la amenaza, juez vengador y justiciero, ahora el ser humano no es un ser amenazado, sino que es libre de temor y libre de los enemigos (Lc 1,74), que puede servir a Dios, sin sentirse amenazado, y sin ser para sí mismo una amenaza. Es un Dios pacífico que viene a plantar su tienda entre nosotros, un Dios que no tiene miedo en afirmar que estando entre nosotros, está en él mismo (Jn 1, 11). La misma fórmula de siempre, traída por Dios mismo, mostrada por él, anunciada por sus amigos, entregada en renta a la humanidad es la fragancia que acompaña y está ahí como perfume nuevo y al alcance de todos, fragancia exquisita que no deja olvidar nada, frescura de vida plena y ambiente de fiesta para todos, comenzando por los más pobres.

Oración de la comunidad

Oración a Jesús, de John Newman

Jesús mío: ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya; inunda mi alma con tu espíritu y tu vida; llena todo mi ser y toma de él posesión de tal manera que mi vida no sea en adelante sino una irradiación de la tuya. Quédate en mi corazón en una unión tan íntima que quienes tengan contacto conmigo puedan sentir en mí tu presencia; y que al mirarme olviden que yo existo y no piensen sino en Ti. Quédate conmigo. Así podré convertirme en luz para los otros. Esa luz, oh Jesús, vendrá toda de Ti; ni uno solo de sus rayos será mío. Te serviré apenas de instrumento para que Tú ilumines a las almas a través de mí. Déjame alabarte en la forma que te es más agradable: llevando mi lámpara encendida para disipar las sombras en el camino de otras almas. Déjame predicar tu nombre sin palabras… Con mi ejemplo, con mi fuerza de atracción con la sobrenatural influencia de mis obras, con la fuerza evidente del amor que mi corazón siente por Ti.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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Cuaresma: ¡renacer y crecer!

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