La mujer Samaritana

El Evangelio de Juan relata el encuentro entre Jesús y la mujer samaritana. Este pasaje bíblico constituye uno de los textos más conocidos y enseñados del Nuevo Testamento, en el que Jesús sorprendió no solo por darle una lección a la mujer Samaritana, sino también por enviarla de regreso a su pueblo para hablarle de él a todos sus conocidos. ¿Alguna vez te has peguntado la enseñanza tan tremenda que Jesús dio a la mujer para convertirla en una evangelizadora tan eficaz? Pues te invitamos a descubrir o volver a profundizar en la riqueza y el poder de estas palabras de Jesús.

La historia del encuentro entre Jesús y la mujer samaritana

5 Llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José.
 6 Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía.
 7 Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber».
 8 Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos.
 9 La samaritana le respondió: «¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos.
 10 Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva».
 11 «Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva?
 12 ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?».
 13 Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed,
 14 pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna».
 15 «Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla».
 16 Jesús le respondió: «Ve, llama a tu marido y vuelve aquí».
 17 La mujer respondió: «No tengo marido». Jesús continuó: «Tienes razón al decir que no tienes marido,
 18 porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad».
 19 La mujer le dijo: «Señor, veo que eres un profeta.
 20 Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar».
 21 Jesús le respondió: «Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre.
 22 Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
 23 Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre.
 24 Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad».
 25 La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo».
 26 Jesús le respondió: «Soy yo, el que habla contigo»
 27 En ese momento llegaron sus discípulos y quedaron sorprendidos al verlo hablar con una mujer.
 Sin embargo, ninguno le preguntó: «¿Qué quieres de ella?» o «¿Por qué hablas con ella?».
 28 La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente:
 29 «Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?».
 30 Salieron entonces de al ciudad y fueron a su encuentro” 
(Juan 4:5-30).

Todos están llamados a encontrarnos con Jesús

Este pasaje nos enseña que Dios ama a todas los pueblos de la tierra; a decir verdad, esta mujer se sorprendió porque Jesús mostró gran compasión al hablarle a una samaritana, cuando ningún judío acostumbraba a hacerlo. Esto demuestra que Jesús no vino solo para salvar un pueblo, sino a todos, pues Él no tiene preferencias ni tampoco hace acepción de personas. De hecho, la Biblia dice: “Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Juan 3:16). Jesús nos invita a creer en el amor de Dios por nosotros y a dar este amor a todos los que encontremos.

Dios promete ríos de agua viva para los que lo aman

¿Tenemos sed del Señor? Solo aquellos que quieran beber y se acerquen a Jesús para confesarlo recibirán esta agua de vida. Una vez que esta agua entra en nosotros, se convierte en un manantial que además de sumergirnos en la vida con Dios, nos impulsa a realizar grandes cosas, y es a partir de ese momento que recibimos nuestra fuerza, alegría y paz directamente del Señor. Por ejemplo, la samaritana había tenido varias relaciones, pero nunca había quedado satisfecha, pues tenía sed de amor eterno. De hecho, todos tenemos esa sed en lo más profundo de nuestro ser, por eso Jesús nos invita a beber de su agua para recibir el amor de Dios y luego compartirlo. 

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