Me basta tu gracia

Queridos amigos:
¡Hoy es mi cumpleaños!

Tal vez no esté bien contar esto y personalizar tanto, pero a veces hay que contar, hay que pedir, hay que abrirse, ¡sin miedo! Y hoy como regalo os pido una oración especial por mí pues lo necesito.

Pidamos unos por otros, todos lo necesitamos. Y a los que celebren hoy también el cumpleaños ¡Muchas felicidades! ¡Gracias a Dios por nuestras vidas!

Empiezo hoy con unas palabras de San Pablo:

“Y para que no sea orgulloso por la sublimidad de las revelaciones, me han clavado una espina en el cuerpo, un ángel de Satanás, que me abofetea para que no me haga un soberbio. Tres veces he pedido al Señor que me saque esta espina y las tres me ha respondido “Te basta mi gracia, pues mi poder triunfa en la flaqueza”. Con gusto, pues, presumiré de mis flaquezas para que se muestre en mí el poder de Cristo. Por esto me alegro de mis flaquezas, de los insultos, de las dificultades, de las persecuciones, de todo lo que sufro por Cristo; Pues cuando me siento débil, es cuando soy más fuerte”. 2 Corintios 12, 7-10.

Me he dado cuenta de que San Pablo y Teresita del Niño Jesús son muy semejantes en sus palabras y en su experiencia personal. Los dos seguían a Jesús con un enamoramiento y con una fuerza increíble, pero a la vez eran conscientes de su debilidad, y consideraban esta debilidad como un obstáculo para seguir a Jesús. Además, los dos se dieron cuenta de que no podían librarse de sus limitaciones.  Les hubiese gustado ser fuertes, ser de otra manera, pero no, de ahí no salen, no les saca Dios. Dios los lleva a darse cuenta de que su debilidad es precisamente su fortaleza.  

¿Y no es esto lo que nos ocurre también a nosotros? Algo que nos hace sufrir es resistirnos a como somos, resistirnos a ser débiles. Queremos controlarlo todo, saber por dónde vamos, saber que llegaremos al lugar que nos hemos propuesto. Y entonces, de pronto, en la vida, llega un momento de crisis. Puede ser por un acontecimiento externo o simplemente que Dios nos concede la gracia de una crisis espiritual para que crezcamos. Y entonces, de pronto, nos quedamos ciegos. El pasado nos parece una pérdida y el futuro simplemente no lo vemos. Y también empezamos a ser conscientes de los débiles que somos, de que sin Dios no podemos dar ni un paso. Son momentos de gracia, pero desde luego muy dolorosos.

Y entonces le pedimos a Dios, por favor quítanos esto, sácanos de este estado. No queremos sentir nuestra debilidad porque nos da mucho miedo no saber si al día siguiente seremos capaces de afrontar un nuevo día.  Y entonces Dios nos dice “Te basta mi gracia”

También a Teresita le pasaba esto. Ella era muy débil, tenía muchas limitaciones de todo tipo y ella lo sabía, se conocía bien a si misma. Pero a la vez tenía un deseo muy fuerte de seguir a Jesús y mucha confianza. Extraigo un texto del manuscrito C, escrito en 1897, año de su muerte. Teresa escribe a quien era su superiora en ese momento, la madre María de Gonzaga, dice así:

“«Usted, Madre, sabe bien que yo siempre he deseado ser santa. Pero ¡ay!, cuando me comparo con los santos, siempre constato que entre ellos y yo existe la misma diferencia que entre una montaña cuya cumbre se pierde en el cielo y el oscuro grano que los caminantes pisan al andar. Pero en vez de desanimarme, me he dicho a mí misma: Dios no puede inspirar deseos irrealizables; por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Agrandarme es imposible; tendré que soportarme tal cual soy, con todas mis imperfecciones. Pero quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y corto, por un caminito totalmente nuevo. Estamos en un siglo de inventos. Ahora no hay que tomarse ya el trabajo de subir los peldaños de una escalera: en las casas de los ricos, un ascensor la suple ventajosamente. Yo quisiera también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección. Entonces busqué en los Libros Sagrados algún indicio del ascensor, objeto de mi deseo, y leí estas palabras salidas de la boca de la Sabiduría eterna: El que sea pequeñito, que venga a mí. Y entonces fui, adivinando que había encontrado lo que buscaba. Y queriendo saber, Dios mío, lo que harías con el que pequeñito que responda a tu llamada, continué mi búsqueda, y he aquí lo que encontré: Como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo; os llevaré en mis brazos y sobre mis rodillas os meceré. Nunca palabras más tiernas ni más melodiosas alegraron mi alma ¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús! Y para eso no necesito crecer; al contrario, tengo que seguir siendo pequeña, tengo que empequeñecerme más y más. Tú, Dios mío, has rebasado mi esperanza, y yo quiero cantar tus misericordias»

Espero vuestros comentarios. ¿Experimentáis esta debilidad? 

Para terminar una oración a Jesús que podéis encontrar en mi blog, pulsa aquí.

Y el vídeo de hoy:

¡Hasta la próxima semana queridos amigos!

  

Oración de la comunidad

Jesús tu nombre me sana

Jesús, repito tu dulce Nombre, tranquilamente, empiezo a descansar en Ti, confío en Ti. Jesús, Tu sabes que estoy lleno de preocupaciones. Respiro suavemente , repito tu dulce Nombre y pongo todo el peso de mis ansiedades en tu hombro divino. Y ahora apoyo mi rostro en tu regazo y me dejo acariciar por tu mano dulce que me da tanta seguridad. Oigo tu voz suave que me dice que nada tema que Tú estás aquí conmigo. Jesús, Jesús, Jesús...

¡Gracias! 194 personas oraron

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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