Es la confianza ciega en su Misericordia

Queridos amigos:

Hemos celebrado recientemente la fiesta de Santa Teresita del Niño Jesús y como estamos también inmersos en el Retiro de las dos Teresas aquí en Hozana quería hoy seguir hablando de Teresita.

Lo que me asombra personalmente de Teresita es como se produjo en su alma ese salto de fe y de confianza en Dios. Este salto no lo hizo desde sus sentidos, sino fuera de sus sentidos. Es decir, si una persona siente consolaciones de Dios, o la vida le va más o menos según sus planes, o por su propio carácter es una persona que tiende a ver lo positivo, sus sentidos le dirán que todo está bien. Pero puede pasar lo contrario. Seguro que a ti te ha podido pasar. Estar viviendo circunstancias muy adversas exterior o interiormente y que todo te diga que todo va muy mal. Puede ser tu propio diálogo mental que se meta en un bucle negativo del que a veces no puedes salir. Pueden ser tus propios sentimientos, tus emociones, cuando surgen con fuerza la tristeza, la ira, el miedo, etc. Pueden ser tus propias circunstancias exteriores, problemas de trabajo, económicos, familiares…

Incluso hay veces que parece que todas estas circunstancias se juntan y nos vemos como acorralados. Estas circunstancias se suelen dar en los períodos de noche oscura en los que se entra en un período de purificación de la fe, y hay que confiar ciegamente como decía Santa Teresita y como ella lo vivió.

Y ella por su personalidad, por sus circunstancias, y por las pruebas a las que fue sometida durante toda su vida no podía confiar en Dios más que por pura fe. Fue esa misma debilidad, esa pobreza que sentía de no poder alcanzar nada por sus propias fuerzas la que le llevó a confiar ciegamente en Dios.    

Dice así Santa Teresita en la Carta 197 a Sor María del Sagrado Corazón :

J.M.J.T.

Jesús +

17 de septiembre de 1896

Querida hermana:

No encuentro la menor dificultad en responderte… ¿Cómo puedes preguntarme si puedes tú amar a Dios como le amo yo…?

Si hubieses entendido la historia de mi pajarillo, no me harías esa pregunta. Mis deseos de martirio no son nada, no son ellos los que me dan la confianza ilimitada que siento en mi corazón. A decir verdad, son las riquezas espirituales las que hacen injusto al hombre cuando se apoya en ellas con complacencia, creyendo que son algo grande

Esos deseos son un consuelo que Jesús concede a veces a las almas débiles como la mía (y de estas almas hay muchas); pero cuando no da este consuelo, es una gracia privilegiada. Recuerda aquellas palabras del Padre: «Los mártires sufrieron con alegría, y el Rey de los mártires sufrió con tristeza». Sí, Jesús dijo: «Padre, aparta de mí este cáliz». Hermana querida, ¿cómo puedes decir, después de esto, que mis deseos son la señal de mi amor…? No, yo sé muy bien que no es esto, en modo alguno, lo que le agrada a Dios en mi pobre alma. Lo que le agrada es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia… Este es mi único tesoro. Madrina querida, ¿por qué este tesoro no va a ser también el tuyo…?

¿No estás dispuesta a sufrir todo lo que Dios quiera? Yo sé muy bien que sí. Pues entonces, si deseas sentir alegría o atractivo por el sufrimiento, es tu propio consuelo lo que buscas, pues cuando se ama una cosa desaparece el dolor. Te aseguro que si fuésemos las dos juntas al martirio con las disposiciones que hoy tenemos, tú tendrías un gran mérito y yo no tendría ninguno, a menos que Jesús tuviese a bien cambiar mis disposiciones.

Hermana querida, comprende a tu hijita, por favor. Comprende que, para amar a Jesús, para ser su víctima de amor, cuanto más débil se es, sin deseos ni virtudes, más cerca se está de las operaciones de este Amor consumidor y transformante… Con el solo deseo de ser víctima ya basta; pero es necesario aceptar ser siempre pobres y sin fuerzas, y eso es precisamente lo difícil, pues «al verdadero pobre de espíritu ¿quién lo encontrará? Hay que buscarle muy lejos», dijo el salmista… No dijo que hay que buscarlo entre las almas grandes, sino «muy lejos», es decir, en la bajeza, en la nada… Mantengámonos, pues, muy lejos de todo lo que brilla, amemos nuestra pequeñez, deseemos no sentir nada. Entonces seremos pobres de espíritu y Jesús irá a buscarnos, por lejos que nos encontremos, y nos transformará en llamas de amor… ¡Ay, ¡cómo quisiera hacerte comprender lo que yo siento…! La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al amor… El temor ¿no conduce a la justicia…

Ya que sabemos el camino, corramos juntas. Sí, siento que Jesús quiere concedernos las mismas gracias a las dos, que quiere darnos gratuitamente su cielo.

Hermanita querida, si no me comprendes, es que eres un alma demasiado grande…, o, mejor, es que yo me explico mal, pues estoy segura de que Dios no te daría el deseo de ser POSEIDA por él, por su Amor misericordioso, si no te tuviera reservada esa gracia… O, mejor dicho, ya te la ha concedido, puesto que te has entregado a El, puesto que deseas ser consumida por El, y Dios nunca da deseos que no pueda convertir en realidad…

Dan las 9 y tengo que dejarte. ¡Cuántas cosas quisiera decirte! Pero Jesús mismo te hará comprender todo lo que yo no acierto a escribir…

Te quiero con toda la ternura de mi corazoncito de hija AGRADECIDA.

Teresa del Niño Jesús
rel. carm. ind.

Extraída de https://caminitoespiritual.blog/2017/08/24/carta-197-a-sor-maria-del-sagrado-corazon/.

Conviene leer detenidamente esta carta y meditar en ella. Lo podéis hacer si queréis escuchando esta hermosa canción:

Por favor dejad vuestros comentarios, me gusta saber que estáis ahí.

¡Hasta la próxima semana!

Oración de la comunidad

Jesús tu nombre me sana

Jesús, repito tu dulce Nombre, tranquilamente, empiezo a descansar en Ti, confío en Ti. Jesús, Tu sabes que estoy lleno de preocupaciones. Respiro suavemente , repito tu dulce Nombre y pongo todo el peso de mis ansiedades en tu hombro divino. Y ahora apoyo mi rostro en tu regazo y me dejo acariciar por tu mano dulce que me da tanta seguridad. Oigo tu voz suave que me dice que nada tema que Tú estás aquí conmigo. Jesús, Jesús, Jesús...

¡Gracias! 183 personas oraron

19 comentarios

"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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