Enfermedades en Santa Teresa de Jesús y como el Señor saca de los males bienes

Queridos amigos:

Sabemos que en la vida de Teresa de Jesús no faltaron dificultades. Es muy conocida la siguiente anécdota que se cuenta de ella:

Cuentan que se quejaba un día Santa Teresa de lo mal que la trataba el Señor con enfermedades, problemas, arideces...
A lo que Jesús le dice...

 - Teresa, así trato yo a mis amigos.

Teresa, con mucha gracia, le responde...

 - Ah, Señor, por eso tienes tan pocos

Y es que Teresa tenía mucho sentido del humor. Sentido del humor que le sirvió también para sobrellevar sus sufrimientos.

De todas formas, antes de contar lo que ella sufrió quisiera resaltar que ella misma dijo más adelante que daba por bien pagados todos los dolores y sufrimientos que había pasado en la vida por un instante de comunicación sabrosa de Dios. Esto lo veremos más adelante en otro día del retiro. 

Con esto lo que quiero resaltar es que el dolor en sí no lo buscamos ni lo queremos ni tampoco Dios quiere males para nosotros. Pero estos muchas veces son inevitables y los emplea Dios para nuestro bien y saca bienes de ellos. Y esto también puede ayudarnos a todos los que sufrimos, para ver que Dios siempre nos dará las fuerzas y el consuelo y sacará un gran bien si sabemos ver su mano en todo.

Las primeras enfermedades que tuvo las cuenta Santa Teresa en el Libro de su Vida y  también el provecho que saco de ellas. Dice así, en Libro de la Vida, Capitulo 6:

“Quedé de estos cuatro días de paroxismo de manera que sólo el Señor puede saber los insoportables tormentos que sentía en mí: la lengua hecha pedazos de mordida; la garganta, de no haber pasado nada y de la gran flaqueza que me ahogaba, que aun el agua no podía pasar; toda me parecía estaba descoyuntada; con grandísimo desatino en la cabeza; toda encogida, hecha un ovillo, porque en esto paró el tormento de aquellos días, sin poderme menear, ni brazo ni pie ni mano ni cabeza, más que si estuviera muerta, si no me meneaban; sólo un dedo me parece podía menear de la mano derecha. Pues llegar a mí no había cómo, porque todo estaba tan lastimado que no lo podía sufrir. En una sábana, una de un cabo y otra de otro, me meneaban.

Esto fue hasta Pascua Florida. Sólo sucedía que, si no llegaban a mí, los dolores me cesaban muchas veces y, a cuento de descansar un poco, me contaba por buena, que traía temor me había de faltar la paciencia; y así quedé muy contenta de verme sin tan agudos y continuos dolores, aunque a los recios fríos de cuartanas dobles con que quedé los tenía insoportables; el hastío muy grande.

Di luego tan gran prisa de irme al monasterio, que me hice llevar así. A la que esperaban muerta, recibieron con alma; más el cuerpo peor que muerto, para dar pena verle. El extremo de flaqueza no se puede decir, que solos los huesos tenía ya. Digo que estar así me duró más de ocho meses; el estar tullida, aunque iba mejorando, casi tres años. Cuando comencé a andar a gatas, alababa a Dios. Todo los pasé con gran conformidad y, si no fue estos principios, con gran alegría; porque todo se me hacía nonada comparado con los dolores y tormentos del principio. Estaba muy conforme con la voluntad de Dios, aunque me dejase así siempre.

Paréceme era toda mi ansia de sanar por estar a solas en oración como venía mostrada, porque en la enfermería no había aparejo. Confesábame muy a menudo. Trataba mucho de Dios, de manera que edificaba a todas, y se espantaban de la paciencia que el Señor me daba; porque, a no venir de mano de Su Majestad, parecía imposible poder sufrir tanto mal con tanto contento.

Personalmente lo que más me sorprende y agrada del relato de Santa Teresa es que ella estaba muy conforme con la voluntad de Dios, y dice que estaría contenta, aunque Dios la hubiese dejado en ese estado tan lamentable siempre.

¡Qué gran gracia de Dios poder aceptar e incluso estar contento y conforme con las enfermedades y los sufrimientos! Ya que estos no pueden ser evitados por nuestra condición humana , el que podamos llevarlo con paz es una gracia de Dios que hoy pedimos para todos nosotros.

Oración a Jesús

Querido Jesús, yo sé que Tú me amas y que no quieres más que el bien para mi. Pero sabes que por mi condición humana paso sufrimientos y dolores igual que los pasaste Tú, por eso me comprendes y me acompañas en mi dolor. Te pido por intercesión de Santa Teresa de Jesús que pueda aceptar los dolores que sean inevitables y pueda ser feliz con ellos y sacar de ellos muchos bienes espirituales para mi y para los demás.

Amén. Jesús te amo.   

Continúa si quieres en este clima de oración con la ayuda de este vídeo:

¡Hasta mañana amigos!

Oración de la comunidad

El Señor es mi luz y mi salvación. Salmo 26.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca; y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca; en su tienda sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré y tocaré para el Señor. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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