Temor de Dios y Esperanza: Día 1

Un saludo especial

Continuamos reflexionando acerca del Santo Evangelio de Lucas que iniciaba de esta manera:

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; 

Antes de ver esta Palabra del Señor a la luz de cómo es nuestra relación con los demás, pensemos en la relación que tenemos con nosotros mismos.

Amen a sus enemigos:

¿Cuándo soy mi enemigo?

Cuando nos equivocamos y aparece la voz del mal a decirnos que somos unos desgraciados por equivocarnos, que teníamos que hacer todo perfecto. Le creemos a esa voz interior y nos enojamos, sentimos una rabia espantosa.

Cuando el Espíritu Santo nos ilumina y nos muestra el camino que debemos tomar, pero aparece la voz del mal para distraernos, como no oramos lo que pensamos o sentimos, entonces hacemos caso de esa voz y peor aún confiamos en nuestra propia fuerza o conocimiento. Esto nos conduce a la culpa muchas veces porque elegimos mal.

Cuando nos levantamos de mal genio porque sí, llevamos acumulando cosas en el corazón, no hemos orado con sinceridad al Señor y entonces nos desquitamos, se nos caen las cosas y nos maltratamos “qué idiota”, “otra vez usted” en fin.

Y así.. ¿es difícil amarse a sí mismo en esas situaciones verdad?

Y en esta medida, solo con reflexionar en esta partecita, cada uno puede pensar en sus propias batallas. Las ganas que nos surgen en el interior de querer huir, escapar, de decirle al Señor ¿por qué a mí? Solo nos sirven para evadir la realidad, para evadir que no estamos confiando en el Señor, que creemos pero dudamos, que necesitamos que aumente nuestra fe.

No es que yo Katherine ya lo haga, no. Es todo un camino. Caemos y nos levantamos. Pero es nuestra decisión con quién y cómo vamos a vivir la caída. Un primer paso es darnos cuenta de que el enemigo lo tenemos adentro, de que las cosas malas emergen desde nuestro corazón, y no es porque Dios lo permita, porque Dios sea un castigador, no. Es porque somos humanos, finitos, mortales frágiles.

No culpemos a Dios si elegimos hacer las cosas como mejor nos parecen y no como Él nos muestra que las hagamos. Y eso vale para el amor a los enemigos. ¿Cómo voy a amar a mi enemigo externo si con el interno estoy en guerra?

Al diablo le gusta mentir, es experto para dividirnos y lograr que pongamos la mirada en nuestra debilidad, en la miseria, en las cosas difíciles, pero, hay que acordarnos del Señor en la escena de la Agonía. Él oraba constante e incesantemente al Padre mientras el diablo intentaba distraerlo. Jesús sabía que estaba allí pero no habló con él no se puso a decir “yo te escucho y no tendrás poder sobre mí” o a decir “sé que estás ahí sé que me hablas” nada de eso. ¿Qué hizo Jesús?, lo aplastó y no dejó de orar sudando gotas de sangre.

Cuántos de nosotros y créanme a mí me pasa, nos perdemos en los pensamientos, en los juicios y luego dejamos de ver al Señor. Y esto tiene que ver con amarse, con dejarse amar por Dios.

No es tan fácil pero no es imposible. En la medida que nos permitamos estar delante del Señor como Moisés ante la zarza ardiente, en esa medida dejaremos que Dios nos inunde de su amor, que brote de nuestro corazón el amor.

Habrá días que lo lograremos porque pusimos toda nuestra fuerza en Jesús. Habrán otros días en que perdamos la batalla porque el mal nos enreda. Lo importante es siempre volver a ÉL.

Temor de Dios es entregarle primero al Señor el deseo de no fallarle, pero también es reconocer que vamos a fallar y que necesitamos su gracia para volver a él y sentirnos perdonados, sentirnos amados.


Oración de la comunidad

Oración

Señor, con tu Espíritu Santo purifica mis intenciones, pensamientos, sentimientos y acciones.

¡Gracias! 53 personas oraron

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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