17 de septiembre

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En Juan 20,19-23 vemos que, a pesar de la resurrección, los discípulos se encierran, llenos de miedo. Porque todavía debían recibir la fuerza del Espíritu Santo que los impulsara a la misión liberándolos del temor y la cobardía.

No significa esto que el Espíritu Santo no estuviera presente de ninguna manera, ya que según el Evangelio de Juan Jesús derrama el Espíritu cuando muere en la cruz. Pero Jesús iba produciendo poco a poco una efusión cada vez más plena y liberadora en sus discípulos que finalmente les haría vivir la explosión evangelizadora de la Iglesia naciente en Pentecostés.

El Espíritu Santo nos saca del encierro, del aislamiento, y nos impulsa hacia fuera. Por eso tenemos que convencernos de que el Espíritu Santo nos quiere hacer vivir una espiritualidad en la acción. No tenemos que pensar que sólo tenemos espiritualidad cuando nos encerramos a orar, porque cuando estamos evangelizando, o cuando estamos prestando un servicio bajo el impulso del Espíritu Santo, eso también es espiritualidad. Y esto vale sobre todo para los laicos, que están llamados a impregnar el mundo con la presencia del Espíritu.

Todo lo bueno que Jesús produce en nuestras vidas se realiza por la acción íntima y profunda del Espíritu Santo que él envía. Todo consuelo, toda luz interior, todo regalo de la gracia, todo carisma y todo impulso de amor, nos llegan por la acción interior del Espíritu Santo. Y con ese poder es posible cambiar el mundo.

Por eso, si queremos liberar y embellecer nuestras vidas, y el mundo entero, tenemos que pedirle a Jesús resucitado que derrame en nosotros un poco más del poder del Espíritu Santo que llena su humanidad gloriosa.


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Oración de la comunidad

Secuencia de Pentecostés

"Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo, un rayo de tu luz. Ven, padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz. Consolador, lleno de bondad, dulce huésped del alma. Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles. Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente. Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, cura nuestras heridas."

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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Los cinco minutos del Espíritu Santo

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