Evangelio según San Lucas 1,39-56.

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Comentario del Evangelio

San Amadeo de Lausanne (1108-1159), monje cisterciense, obispo
Homilía mariana VI, (SC 72, Huit homélies mariales, Paris, Cerf, 1960), trad. sc©evangelizo.org.

¡Él es tu Hijo, oh María! Es él que por ti ha resucitado de los muertos el tercer día y, en la carne, subió a lo más alto de los cielos para llenar todas las cosas. Estás en posesión de tu alegría, oh bienaventurada, has recibido el objeto de tu deseo y tu corona. Él te aporta la soberanía del cielo con la gloria, la realeza del mundo con la misericordia, el dominio sobre el infierno con el poder. Con sentimientos diversos, todas las criaturas responden a tu gloria tan grande e inefable: los ángeles con el honor, los hombres con el amor, los demonios con el temor. Porque eres venerable para el cielo, amable para el mundo, terrible para el infierno.

Alégrate y sé feliz, porque resucitó el que te recibe, que es tu gloria y te exalta. Te has alegrado en su concepción, afligido en su pasión. Nuevamente alégrate, en su resurrección. Nadie te quitará tu alegría, porque Cristo resucitado de entre los muertos no muere más, la muerte no reina más sobre él.

El Espíritu te llama y Dios te dice: “¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía! Porque ya pasó el invierno, cesaron y se fueron las lluvias. Aparecieron las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones, y se oye en nuestra tierra el arrullo de la tórtola” (Ct 2,10-12). (…) El incensario guarda el incienso y elevado por la mano del Señor, sube hasta el trono de Dios. Sube, rodeado de la escolta de espíritus angélicos que claman en las alturas diciendo: “¿Qué es eso que sube del desierto, como una columna de humo, perfumada de mirra y de incienso y de todos los perfumes exóticos?” (Ct 3,6).


    

Oración de la comunidad

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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