Comparándonos siempre con el mundo

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Se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a Ramá, donde estaba Samuel. Le dijeron: Tú eres ya un anciano, y tus hijos no siguen tus caminos. Nómbranos, por tanto, un rey, para que nos gobierne, corno se hace en todas las naciones.

A Samuel le pareció mal que hubieran dicho: Danos un rey para que nos gobierne. Y oró al Señor.

El Señor dijo a Samuel: Escucha la voz del pueblo en todo cuanto te digan. No es a ti a quien rechazan, sino a mí, para que no reine sobre ellos.

Samuel transmitió todas las palabras del Señor al pueblo que le había pedido un rey.

Samuel explicó: Este es el derecho del rey que reinará sobre vosotros: se llevará a vuestros hijos los para destinarlos a su carroza y a su caballería, y correrán delante de su carroza. Los destinará a ser jefes de mil o jefes de cincuenta, a arar su labrantío y segar su mies, a fabricar sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros. Tomará a vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas. Se apoderará de vuestros mejores campos, viñas y olivares, para dárselos a sus servidores. Cobrará el diezmo de vuestros olivares y viñas, para dárselo a sus eunucos y servidores. Se llevará a vuestros mejores servidores, siervas y jóvenes, así como a vuestros asnos, para emplearlos en sus trabajos. Cobrará el diezmo de vuestro ganado menor, y vosotros os convertiréis en esclavos suyos. 

Aquel día os quejaréis a causa del rey que os habéis escogido: Pero el Señor no os responderá.

El pueblo se negó a hacer caso a Samuel y contestó:
No importa. Queremos que haya un rey sobre nosotros. Así seremos como todos los otros pueblos.


¿Cuántas veces nos hemos escuchado a nosotros mismos preguntarnos porque no puede ser mi vida tan feliz como la de aquel sujeto que conozco?

A pesar de que profesamos a los cuatro vientos ser cristianos verdaderos, tan pronto vemos que alguien cercano a nosotros triunfa en el mundo, ya sea porque recibe un aumento, un nuevo empleo, una nueva propiedad o simplemente un nuevo auto, inmediatamente agachamos la cabeza, nos acongojamos y en nuestro corazón resuena el eco de la pregunta: ¿Por qué yo no puedo ser como él o vivir como el lo hace?

El pueblo de Israel, supo lo que era haber Sido esclavo de los Egipcios, supo lo que era ser librado por la mano de Dios, sabía que era el pueblo elegido de Dios, vieron a lo largo del desierto sus porteños en favor de ellos, pero aún así, siempre anhelaban tener lo que los demás pueblos tenían, siempre deseaban ser iguales a los demás.

Aquí la cuestión va mucho más allá de la simple codicia o envidia de la vida de quienes viven en nuestro entorno; para un cristiano que piensa de esta manera, anhelando que su vida sea "normal" y que su éxito en el mundo sea también igual a los del resto, debe meditar antes en las palabras que Dios mismo responde al profeta Samuel: No es a tí a quien rechazan, es a mí. 

Nuestro deseo de tener y vivir lo que el mundo vive es en últimas un rechazo a Dios, a lo que Él tiene para nosotros, a sus planes, a sus cuidados.

Es colocar en una balanza a Dios y al mundo y encontrar medida falla en Dios.

Debemos ser cuidadosos, controlar nuestro pensamientos, pues estos pueden inducirnos a compararnos con el mundo y los que habitan en el. El cristiano no puede compararse con estrellas de cine, con millonarios, con jugadores famosos o simplemente con el vecino exitoso; el cristiano debe si lo deseas hacer un paralelo entre su santidad y la de todos aquellos que también la buscaron.

El cristiano debe en vez de ver revistas de farándula y programas de televisión sobre los famosos, dedicarse a estudiar la vida de los Santos, sus obras, sus batallas, sus luchas, sus debilidades y fortalezas y de como Dios los guío por ese camino estrecho que lleva a la vida eterna. Por algo se llama camino estrecho.

Seamos muy cuidadosos con nuestros pensamientos, recuerden la corona de espinas que fue clavada sobre la cabeza de nuestro Señor Jesucristo: cada espina bien puede tipificar esos pensamientos nuestros que causan dolor al corazón de Dios.

El éxito a la manera del mundo, es muy distinto al éxito a la manera de Dios; 

En últimas estamos aquí para hacer su voluntad y no la nuestra, pues la suya es superior, y además siempre será buena, agradable y perfecta. No importa que de primer plano no podamos verla o entenderla, pues ¿quién somos para juzgar los planes de quién nos creó?

Finalicemos está meditación pidiendo perdón a Dios por esas espinas que a veces clavamos en su corazón.

Oración de la comunidad

Credo de los Apóstoles

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo su único Hijo Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, todopoderoso. Desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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