“A cada uno su camino, a cada uno su rumbo, a cada uno su sueño, a cada uno su destino…” ¿hacia Dios?

¡El cantante francés “Tonton David”, con las letras de una de sus canciones más populares, toma el camino equivocado!

Dirigiéndonos hacia el Belén, a veces nos vienen las ganas de abandonar a los demás para avanzar más rápido. Pero imposible caminar en la Luz sin sus compañeros de viaje: “El que dice que está en la luz y odia a su hermano, está todavía en tinieblas.  El que ama a su hermano, permanece en la luz y en él no hay tropiezo.” Juan 2:9-10

Amar al prójimo es una vía privilegiada para encontrarse con Dios.

 

Fue Dios el primero quien nos amó y nunca deja de hacerlo. Y ese amor recibido, cuando reboza, nos lleva hacia los demás. Fuimos creados para amar y ser amados: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.” Co,13,1.

 

Pero, ¿cómo amar él que nos molesta, que nos desprecia o que nos desagrada? ¿Cómo ver más allá de sus defectos, más allá de la imagen que refleja?

De un día para otro no podemos cambiar nuestra mirada sino, poco a poco relacionándose con Jesús.

 

“Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío…”: sigamos al Papa Francisco en Evangelii Gaudium.

 

En el rostro de nuestros hermanos sobre todo él de los más pobres, se refleja el rostro de Cristo.

 

La Madre Teresa nos dice: “Jesús se acerca a nosotros en eso: los que tienen hambre, los que son solos, los alcohólicos y los drogadictos, las personas que se prostituyen, los mendigos callejeros…Rechazarlos es rechazar a Cristo. Pero es posible que Jesús venga hacia nosotros a través de uno de los miembros de nuestra familia, un prójimo “próximo” al que nos cuesta amar.”

 

Hoy puedo decidir hacer un gesto de amor directamente a alguien sin intermediario:

escuchar a una vecina aislada, agradecer a mis padres, visitar a mi abuelo o a un amigo enfermo, compartir un momento con un sin techo que encuentro.

 

Oración:

 

Señor, haz de mi corazón de piedra un corazón de carne.

Préstame tus ojos para mirar al prójimo

Y tu corazón para amarlo sin nada a cambio.