¡Seguramente, los magos se imaginaban otra cosa en lugar del nacimiento del Rey de reyes en una gruta helada! Cómo habrá sido su sorpresa al descubrir al Salvador tan esperado en un lugar tan modesto. Esos sabios, guiados por la sed de la verdad, seguramente no comprendieron del todo… Sin embargo, cuando ven al Niño envuelto en pañales, han creído. ¡Qué corazón tan abierto!

 

Esos reyes dejaron todo y emprendieron el camino, haciéndose humildes para encontrar a Jesús y entrar en el misterio de la Natividad. " Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron" (Mateo,2,11) Ellos ofrecen sus tesoros para recibir un tesoro aún más grande: ¡la gracia de un Dios que se ofrece él mismo! "Has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla" dice Jesús à su Padre.

Los escribas de Herodes conocían las Escrituras, pero no fueron a rendir homenaje al Niño.

 

“Sean humildes delante del Todopoderoso, guarden el misterio, porque entre Dios y ustedes está el infinito, no olviden que delante Dios, delante su Revelación, no es tanto comprender con nuestra razón limitada que amar”, nos dice San Juan Pablo II, en Fides et Ratio.

 

¡Dejemos atrás la seguridad, el deseo de una Natividad perfecta y dejémonos sorprender por ese misterio! Bajemos de la cabeza al corazón para dejarnos amar por Aquel que viene a nosotros.

 

Oración:

Señor, ayúdanos a emprender el camino de la humildad y la ternura para abrir nuestro corazón al gran misterio de la Natividad. Así, Tú vendrás a salvarnos y a liberarnos.

¡Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos! (Mateo 5,3)