María, Madre de la divina gracia, Mediadora de todas las gracias
Viernes 07 de junio de 2019
Por eso, decir que María es el alma y la vida del buen legionario es trazar una imagen muy inferior a la realidad; esta realidad está compendiada por la Iglesia cuando llama a nuestra Señora Madre de la divina gracia, Mediadora de todas las gracias, etc. En estos títulos queda definido el dominio absoluto de María sobre el alma humana: un dominio tal y tan íntimo, que no es capaz de expresarlo adecuadamente ni la más estrecha unión en la tierra: la de la madre con su hijo en su seno. Estas y otras comparaciones, sacadas de la misma naturaleza visible, nos ayudarán algo a conocer el puesto que ocupa María en el obrar de la divina gracia. Sin corazón no circula la sangre; sin ojos no hay comunicación con el mundo de los colores; sin aire, de nada vale el aleteo del ave, no hay vuelo posible. Pues más imposible aun es que el alma, sin María, se eleve hasta Dios y cumpla sus designios. Él lo ha querido así.
Esta dependencia nuestra de María es constante, aunque no la advirtamos, porque es cosa de Dios, no una creación de la razón o del sentimiento humano. Con todo, podemos -y debemos- robustecer esta dependencia más y más, sometiéndonos a ella libre y espontáneamente. Si nos unimos íntimamente con Aquella que -como afirma San Buenaventura- es la dispensadora de la Sangre de nuestro Señor, descubriremos maravillas de santificación para nuestras almas; brotará en nosotros un manantial de insospechadas energías, con las que podremos influir en la vida de los demás. Y aquellos que no pudimos rescatar de la esclavitud del pecado con el oro de nuestro mejor esfuerzo, recobrarán -todos ellos, absolutamente todos- su libertad, cuando en ese oro engaste María las joyas de la preciosa Sangre de su Hijo, que Ella posee como tesoro.
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6