Segundo día (Dic. 5) - Últimas Apariciones en el Tepeyac.

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Últimas Apariciones en el Tepeyac.

Acto de Contrición

Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Propongo enmendarme y confesarme a tiempo, ofrezco cuanto se requiere para reparar mis pecados, y confío por vuestra bondad y misericordia infinita que me perdonaréis y me daréis gracia para nunca más pecar. Así lo espero por intercesión de mi Madre, Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe.

 ¡Amén!

 

4 Salves en memoria de las 4 apariciones de la Virgen Morena, la Guadalupana

 

Oración para todos los días

Santa María de Guadalupe, Mística Rosa, intercede por la Iglesia, protege al Soberano Pontífice, oye a todos los que te invocan en sus necesidades. Así como apareciste en el Tepeyac y nos dijiste: "Soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios", alcánzanos de tu Divino Hijo la conservación de la Fe. Tú eres nuestra dulce esperanza en las amarguras de esta vida. Danos un amor ardiente y la gracia de la perseverancia final. ¡Amén!

 

Segundo día

¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! Bien se conoce que eres abogada nuestra en el tribunal de Dios, pues esas hermosísimas manos que jamás dejan de bendecirnos, las juntas ahora en el pecho en ademán de quien suplica y ruega, dándonos con esto a entender que desde el trono de la Gloria en donde asistes como Reina de los ángeles y hombres, haces también el oficio de abogada, rogando e intercediendo a favor nuestro. ¿Con qué afecto de reconocimiento y gratitud podré pagar tanta fineza?
Pero no habiendo en todo mi corazón suficiente caudal para pagarlo, a Ti recurro para que me enriquezcas con los dones preciosos de una caridad ardiente y fervorosa, de una humildad profunda, y de una obediencia pronta al Señor.

Aumenta tus súplicas, multiplica tus ruegos y no ceses de pedir al TodoPoderoso que me conceda el gusto de ir a darte las gracias por el feliz éxito de tu mediación amorosa en la Gloria.

¡Amén!

Madre generosa, te presento suplicante mi petición de ayuda.

Encomendar nuestros proyectos, nuestros temores y nuestras esperanzas a la Virgen Morena, Nuestra Señora de Guadalupe.

 

Padre Nuestro

Ave María

Gloria

 


3ra Aparición - Alborada del domingo, dic. 10 de 1531

Al día siguiente, muy de madrugada, Juan Diego se fue a Tlatilolco (Ciudad de México) para ir a misa y de paso hablar con el obispo. El prelado le oyó con atención y para cerciorarse le hizo muchas preguntas sobre el lugar dónde la vió y cómo era. A pesar que Juan Diego le explicó con lujo de detalles lo que había visto y admirado, y que en todo se veía que ella era la Siempre Virgen, Santísima Madre del Salvador Nuestro Señor Jesucristo, y aunque el obispo no encontró contradicción en sus afirmaciones, manifestó que eso no era razón suficiente para hacer lo que pedía. Y que además, era necesaria una señal para creer de verdad que quien lo enviaba era la mismísima Señora del Cielo. Juan Diego entoces se regreso a donde estaba la Santísima Virgen para informarle de la condición puesta por el franciscano.

El señor obispo envío a unos espías para que vigilaran a Juan Diego y verificaran a dónde iba y a quien veía. Pero al pasar por la barranca, cerca del puente del Tepeyac, perdieron de vista a Juan Diego; entonces se regresaron a donde el obispo y le dijeron que Juan Diego lo engañaba y que no había que creerle nada.

Sin embargo, Juan Diego escuchaba de la Santísima Virgen decirle: 

•• «Bien está, hijito mío, volverás aquí mañana para que lleves al obispo la señal que te ha pedido; con eso te creerá y acerca de esto ya no dudará ni de ti sospechará; y sábete, hijito mío, que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que por mí has emprendido; ea, vete ahora, que mañana aquí te aguardo».

 

Lunes dic. 11 de 1531 - Ninguna aparición

Ese lunes, Juan Diego tenía que ir a recoger la señal pedida por el obispo, pero no lo hizo porque el domingo al llegar a su casa encontró a su tío Juan Bernardino gravemente enfermo. En cambio fue y busco a un médico que atendió a su tío pero que en vista de que seguía muy grave, le pidió a Juan Diego que fuera y trajera un sacerdote pues ya no había nada que hacer.

Cuarta (Última) Aparición - Alborada del martes, dic. 12 de 1531

El martes muy de madrugada, Juan Diego se fue a buscar a un sacerdote; al pasar por el lugar de las apariciones, decidío cambiar su rumbo al pensar que:

– “Si me voy derecho, no vaya a ser que me vea la Señora, y seguro me detenga para que lleve la señal al prelado, según me ordenó; que primero nos deje nuestra aflicción y antes llame yo deprisa al sacerdote; el pobre de mi tío lo está ciertamente aguardando”.

Sin embargo, la vuelta al cerro no evitó que la Señora le saliera a su encuentro y le dijo:

•• «¿Qué hay, hijo mío el más pequeño? ¿Adónde vas?»

Juan Diego se inclinó ante ella y saludándola le dijo:

–“Niña mía, la más pequeña de mis hijas, Señora, ojalá estés contenta. ¿Cómo has amanecido? ¿Estás bien de salud, Señora y Niña mía? Voy a causarte aflicción: sabe, Niña mía, que está muy malo un pobre siervo tuyo, mi tío; le ha dado la peste, y está por morir. Ahora voy presuroso a tu casa de México a llamar a uno de los sacerdotes amados de Nuestro Señor, que vaya a confesarle y disponerle; porque desde que nacimos, venimos a aguardar el trabajo de nuestra muerte. Pero sí voy a hacerlo, volveré luego otra vez aquí, para ir a llevar tu mensaje. Señora y Niña mía, perdóname; tenme por ahora paciencia; no te engaño, Hija mía la más pequeña; mañana vendré a toda prisa”.

•• «Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que no es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella: ten por cierto que ya sanó».

¡Y éste fue el momento exacto en que Juan Bernardino sanó, según después se supo!

•• «Sube, hijo mío el más pequeño, a la cumbre del cerrillo; allí donde me viste y te di órdenes hallarás que hay diferentes flores; córtalas, júntalas, recógelas; en seguida baja y tráelas a mi presencia».

Juan Diego subió inmediatamente al cerro y se asombró al ver tantas rosas de Castilla en semejante época del año, con temperaturas muy frías, nada propicias para el mes de diciembre; además de esparcir una fragancia sin igual. Las cortó, juntó, recogió en su manta, y bajó inmediatamente. La Santísima Virgen las tomó en su mano y se las devolvió diciendo:

•• «Hijo mío el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba y señal que llevarás al obispo. Le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador, muy digno de confianza. Te mando rigurosamente que sólo delante del obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás bien todo; dirás que te mandé subir a la cumbre del cerrillo, que fueras a cortar flores; y todo lo que viste y admiraste, para que puedas convencer al prelado, para que luego ponga lo que está de su parte para que se haga y erija el templo que he pedido».

Juan Diego tomó rumbo a México lleno de alegría y confianza. Sin embargo, los empleados del obispo le pusieron muchas trabas para reunirse con el señor obispo. Cuando el obispo cayó en cuenta de la señal pedida y lo recibió. Juan Diego le contó de nuevo todo lo que admirablemente había visto:

•• «Señor, hice lo que me ordenaste, que fuera a decir a mi Ama, la Señora del cielo, Santa María, la amada Madre de Dios, que pides una señal para poder creerme que le has de hacer el templo donde Ella te pide que lo erijas; y también le dije que te había dado mi palabra de venir a traerte alguna señal, alguna prueba de su voluntad, como me lo encargaste.

Condescendió a tu recado y acogió benignamente lo que pides, alguna señal y prueba para que se cumpla su voluntad. Hoy muy temprano me mandó que otra vez viniera a verte; le pedí la señal para que me creyeras, según había dicho que me la daría, e inmediatamente lo cumplió. Y me mandó a la cumbre del cerrillo, donde antes yo la había visto, para que allí cortara diversas rosas de Castilla.

Después me fui a cortarlas, las traje abajo; las cogió con sus santas manos y de nuevo las echó en mi ayate, para que te las trajera y a ti en persona te las diera. Aunque bien sabía yo que la cumbre del cerrillo no es lugar en que se den flores, porque sólo hay abundancia de riscos, abrojos, espinas, nopales y mezquites, no por eso dudé. Cuando fui llegando a la cumbre del cerrillo, miré que estaba en el paraíso, donde había juntas todas las varias y exquisitas rosas de Castilla, brillantes de rocío, que luego fui a cortar.

Ella me dijo por qué te las había de entregar; y así lo hago, para que en ellas veas la señal que pides y cumplas su voluntad; y también para que aparezca la verdad de mi palabra y de mi mensaje. Aquí las tienes; hazme el favor de recibirlas».

 

Oración Final

Recuerda. ¡Oh, dulce Virgen de Guadalupe!, que en tus apariciones en el cerro del Tepeyac prometiste mostrar piedad y compasión a todos aquellos que, amandote y confiando en Tí, buscan tu ayuda y protección.

María, Madre de Jesús, escucha la oración de tu Iglesia hispana, un pueblo prometedor, comunidades sedientas de la Misericordia de Dios. Así como trajiste la fe por primera vez a estas tierras, y te has quedado con nosotros a través de tu admirable imagen, permanece con nosotros hasta la alegría de la Redención, y permitenos obtener las gracias que necesitamos. ¡Amén!

 

 

 

  

Oración de la comunidad

La Guadalupana

Desde el cielo una hermosa mañana la Guadalupana, la Guadalupana, la Guadalupana bajó al Tepeyac. Suplicante juntaba sus manos, y eran mexicanos y eran latinoamericanos, y eran hispanos su porte y su faz. Su llegada llenó de alegría, de luz y armonía, de luz y armonía, de luz y armonía todo el Anahuac. Junto al monte pasaba Juan Diego, y acercóse luego, y acercóse luego, y acercóse luego al oír cantar, Juan Dieguito, la Virgen le dijo: “este cerro elijo, este cerro elijo, este cerro elijo para hacer mi altar”. Y en la tilma entre rosas pintada, su imagen amada, su imagen amada, su imagen amada se dignó dejar. Desde entonces para el católico, ser guadalupano, ser guadalupano, ser guadalupano es algo esencial. En sus penas se postra rezando, y eleva sus ojos, y eleva sus ojos, y ¡eleva sus ojos hacia el Tepeyac!

¡Gracias! 76 personas oraron

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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Novena a Nuestra Señora de Guadalupe

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