LA ADORACIÓN, COMPROMISO COMUNITARIO

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LA ADORACIÓN ES FUNDAMENTALMENTE UN COMPROMISO COMUNITARIO 

 

Si queremos atraer a otros a la adoración, si queremos que lo conozcan y lo amen, si creemos en el valor de ese tiempo dejándonos mirar por Jesús Eucaristía, será porque lo hemos experimentado. Este testimonio de estar en la adoración ayuda a otros a preguntarse, ¿qué pasará ahí para que estas personas busquen tanto esa presencia? Pero lo fundamental no soy yo y mi adoración, sino el cómo comunitariamente buscamos “atraer a otros a gustar de Cristo”. Para ello es importante, usando el discernimiento, ofrecer espacios de calidad para este encuentro.

Santa Rafaela lo vivió así. Ella, que fue una mujer de adoración, una verdadera adoradora, con un impulso evangelizador que abarcó el mundo entero, deseó que todos los pueblos le adoraran también. “Que conociendo el amor de Cristo Eucaristía y sabiéndose amados, le amasen”, (Santa Rafaela Mª y Ayllón). Que al ponerse delante de la presencia de Cristo en la Eucaristía ellos también descubrieran todas las presencias de Dios en el mundo y fueran capaces de adorarlo en ellas. Y que así colaboraran con la acción que Cristo sigue realizando en su Iglesia y en el mundo.

Sabedora de que esa presencia “repara”, unifica, cura, la santa está convencida de que la mejor manera de ocuparse de los intereses de Jesús y de la pasión que devora su Corazón por la salvación de las almas es llevárselas a Él, propiciar encuentros, darlos a conocer y a amar. Su Forma persona de adorar era ponerse bajo la mirada de Cristo.

El Pedro Arrupe tiene un texto precioso: “tu imagen sobre mí me cambiará”. De hecho, al adorar nos ponemos bajo la imagen de Cristo Eucaristía, dejándonos transformar por Él, por su presencia amorosa, y somos invitados a hacer que otros se sientan también bajo su sombra, descubran el milagro de su presencia, se dejen transformar por este encuentro, y experimenten el gozo de su amor misericordioso.


 ¿Cómo podríamos activar el sentido apostólico de nuestras adoraciones?


¿Cómo podría yo, cómo podría mi comunidad, mi familia, mi grupo de referencia, mi institución… fomentar la tarea de “atraer a otros a gustar de Cristo”?


(Del libro: El sentido apostólico de la adoración. Nurya Mz. Gayol. ACI)



Oración de la comunidad

Adora y confía (Teilhard de Chardin)

No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío. Quiere lo que Dios quiere. Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de su providencia. Poco importa que te consideres un frustrado si Dios te considera plenamente realizado, a su gusto. Piérdete confiado ciegamente en ese Dios que te quiere para sí. Y que llegará hasta ti, aunque jamás lo veas. Piensa que estás en sus manos, tanto más fuertemente cogido, cuanto más decaído y triste te encuentres. Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te altere. Que nada sea capaz de quitarte tu paz. Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales. Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro, una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige. Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada, como fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios. Recuerda: cuanto te deprima e inquiete es falso. Te lo aseguro en el nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios. Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste, adora y confía

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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En actitud de adoración y ofrenda

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