Oración de arrepentimiento

El acto de contrición es una oración que nos hace reconocer nuestros pecados y pedir perdón por ellos. La oración de arrepentimiento nos invita, a nosotros que somos todos pecadores, a confiar totalmente en la misericordia de Dios.


¿Cómo arrepentirse?

El arrepentimiento es una conversión del corazón y un acto de fe.
De hecho, no solamente permite reconocer el pecado, sino también nuestra misma condición de pecadores y la vía de nuestra salvación. Es con humildad y fe que pedimos a Dios perdonarnos por medio de su hijo Jesucristo quien, lo creemos, redimió los pecados de los hombres por el don de su vida.
Arrepentirse no sólo es pedir perdón, sino también pedir la gracia de saber perdonar a los que pudieron hacernos daño. De hecho, no puede haber una cosa sin la otra y eso lo aprendimos por Jesús en las palabras del Padre Nuestro.

Oración de arrepentimiento de Juan Calvino

" Señor Dios, Padre eterno y omnipotente, reconocemos y confesamos delante de tu santa Majestad que somos pobres pecadores,
nacidos en la iniquidad, inclinados al mal e incapaces por nosotros mismos de practicar el bien. Confesamos haber quebrantado diariamente y de distintas maneras tus santos mandamientos, y merecer así, por tu justa sentencia, la condenación y la muerte.
Pero, oh Señor, sentimos un vivo dolor por haberte ofendido y nos condenamos a nosotros mismos y a nuestras transgresiones con un verdadero arrepentimiento, acudimos a tu gracia y te suplicamos nos socorras en nuestra miseria.
Ten piedad de nosotros, oh Dios de toda bondad, Padre misericordioso, y perdona nuestros pecados, por el amor de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Salvador.
Concédenos y aumenta cada día en nosotros las gracias de tu santo espíritu, a fin de que reconociendo siempre nuestras faltas, nos arrepintamos y renunciemos a ellas de todo nuestro corazón y llevemos frutos de justicia y de santidad que te sean agradables, por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. »

Salmo de David (51)

“ Del maestro de coro. Salmo de David. Cuando el profeta Natán lo visitó, después que aquel se había unido a Betsabé.
¡Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado!
Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos.
Por eso, será justa tu sentencia y tu juicio será irreprochable;
yo soy culpable desde que nací; pecador me concibió mi madre.
Tú amas la sinceridad del corazón y me enseñas la sabiduría en mi interior.
Purifícame con el hisopo y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Anúnciame el gozo y la alegría: que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta tu vista de mis pecados y borra todas mis culpas.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga:
yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti.
¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío, y mi lengua anunciará tu justicia!
Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado.
Trata bien a Sión por tu bondad; reconstruye los muros de Jerusalén,
Entonces aceptarás los sacrificios rituales –las oblaciones y los holocaustos–
y se ofrecerán novillos en tu altar.”

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