La entrada escolar es también, cada año, el inicio de una nueva aventura para maestros, educadores, profesores y docentes... Ocuparse de los niños, educarlos, ayudarles a desarrollar sus conocimientos y su sabiduría es una tarea maravillosa y a la vez difícil que a veces, los maestros pueden sentirse solos e impotentes; sin embargo, Dios confía en ellos, ya que a través de ellos, puede tocar el corazón de muchos niños y encender el fuego de muchas almas jóvenes.
¡Con Pío XII, pidamos al Espíritu Santo que mantenga viva y fuerte esta hermosa vocación, y con san Juan Bautista de la Salle, patrono de los maestros, pidamos a Dios que les ayude durante todo el año escolar!
“Oh Verbo encarnado, Maestro de maestros, nuestro gran amado Jesús, que te dignaste venir a este mundo para mostrar a los hombres, con tu infinita sabiduría e inagotable bondad, el camino del cielo, escucha con bondad las humildes súplicas de aquellos que, siguiendo tus huellas, desean ser maestros católicos dignos de este nombre, mostrando a las personas los caminos seguros que conducen a ti y, a través de ti, a la bienaventuranza eterna.
Concédenos la luz, no solo para evitar las trampas y asechanzas del engaño, sino también para penetrar en la verdad hasta obtener esa luminosidad por la que lo más esencial se hace más sencillo y, por tanto, más adecuado a las inteligencias de los propios pequeños, en quienes se refleja especialmente tu divina sencillez; visítanos con la ayuda de tu Espíritu creador, para que podamos enseñar la doctrina de la fe como es debido, cuando recibamos el mandato de hacerlo.
Danos la virtud de adaptarnos a las mentes todavía inmaduras de nuestros discípulos, de ayudarles con sus hermosas y nuevas energías, de comprender sus defectos, de soportar sus inquietudes; de hacernos pequeños sin abandonar el púlpito de nuestro deber, del mismo modo que lo hiciste Tú, Señor, que te encarnaste como uno de nosotros, sin abandonar el alto trono de tu divinidad.
Pero, sobre todo, llénanos de tu Espíritu de amor: amor a ti, único y buen Maestro, para que nos inmolemos en tu santo servicio; amor a nuestra profesión, para que la veamos como una vocación muy noble y no como un trabajo común y corriente; amor a nuestra santificación, como fuente principal de nuestro trabajo y de nuestro apostolado; amor a la verdad, para que nunca nos apartemos deliberadamente de ella; amor a las almas, que debemos moldear y formar hacia la verdad y el bien; amor a nuestros alumnos, para hacer de ellos ciudadanos ejemplares e hijos fieles de la Iglesia, de nuestros niños y jóvenes más queridos, en el verdadero sentido de una paternidad más sublime, más consciente y más pura que la meramente natural.
Y tú, Madre santísima, oh María, bajo cuya amorosa mirada, Jesús siendo adolescente creció en sabiduría y gracia, intercede por nosotros ante tu divino Hijo, y concédenos la abundancia de las bendiciones celestiales, para que nuestra acción sea para honor y gloria de Aquel que, con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Así sea”.
Pío XII
San Juan Bautista de la Salle es el patrón de los educadores cristianos y pedagogo vanguardista que entregó su corazón a la educación de los niños pobres.
Por lo tanto, los profesores también pueden encomendar su trabajo y sus alumnos a su santo patrón, porque él conoció todos los desafíos de esta profesión importante, bella y difícil. A él los profesores, maestros y docentes pueden confiarle sus dificultades, sus penas y sus alegrías.
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