Día 4: Santa Teresa, su lucha interior entre el amor a Dios y al mundo

Queridos amigos:

Santa Teresa pasó varios años de su vida en una lucha interior que la desgastaba mucho. No acababa de entregarse del todo a Dios porque las vanidades del mundo, aun estando ya en el convento, seguían atrayéndola. Pero no era feliz. Como se veía tan ingrata con Dios decidió abandonar la oración durante todo un año y ella misma cuenta que se equivocó, porque la oración es la puerta por donde nos vienen todos los bienes. Cuenta así ella en el Capítulo 7 punto 1 del Libro de su Vida:

“Pues así comencé, de pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión, a meterme tanto en muy grandes ocasiones y andar tan estragada mi alma en muchas vanidades, que ya yo tenía vergüenza de en tan particular amistad como es tratar de oración tornarme a llegar a Dios. Y ayudóme a esto que, como crecieron los pecados, comenzóme a faltar el gusto y regalo en las cosas de virtud. Veía yo muy claro, Señor mío, que me faltaba esto a mí por faltaros yo a Vos. Este fue el más terrible engaño que el demonio me podía hacer debajo de parecer humildad, que comencé a temer de tener oración, de verme tan perdida; y parecíame era mejor andar como los muchos, pues en ser ruin era de los peores, y rezar lo que estaba obligada y vocalmente, que no tener oración mental y tanto trato con Dios la que merecía estar con los demonios, y que engañaba a la gente, porque en lo exterior tenía buenas apariencias”

Y en el capítulo 8 puntos 1 y 2 dice:

“No sin causa he ponderado tanto este tiempo de mi vida, que bien veo no dará a nadie gusto ver cosa tan ruin; que, cierto, querría me aborreciesen los que esto leyesen, de ver un alma tan pertinaz e ingrata con quien tantas mercedes le han hecho. Y quisiera tener licencia para decir las muchas veces que en este tiempo falté a Dios. Por estar arrimada a esta fuerte columna de la oración, pasé este mar tempestuoso casi veinte años, con estas caídas y con levantarme y mal -pues tornaba a caer- y en vida tan baja de perfección, que ningún caso casi hacía de pecados veniales, y los mortales, aunque los temía, no como había de ser, pues no me apartaba de los peligros. Sé decir que es una de las vidas penosas que me parece se puede imaginar; porque ni yo gozaba de Dios ni traía contento en el mundo. Cuando estaba en los contentos del mundo, en acordarme lo que debía a Dios era con pena; cuando estaba con Dios, las aficiones del mundo me desasosegaban. Ello es una guerra tan penosa, que no sé cómo un mes la pude sufrir, cuánto más tantos años. "

Si os parece podemos hacer hoy un momento de meditación reflexionando sobre cómo vivimos nuestra relación con Dios. Es posible que estemos en una etapa espiritual en la que hacemos las cosas por cumplimiento, pero no existe una verdadera relación de Amor con Dios. Tal vez queramos entregarnos del todo a Dios, pero tenemos miedo o no sabemos muy bien en qué consiste esta entrega.

Retírate a un lugar tranquilo. Adopta una postura cómoda e intenta relajar tu cuerpo con una respiración profunda y calmada. Abandona todas tus preocupaciones en tu Padre Dios. Lee despacio o recuerda si ya la conoces la escena del Evangelio en la que Jesús se encuentra con el joven rico (Marcos 10,17-27) Te encuentras con Jesús y le dices todo lo que haces. Cumples los mandamientos, haces buenas obras pero te falta algo. Hay algo en tu interior que quieres entregar y es tu corazón. Jesús te dice con su mirada tierna que se lo entregues. Jesús te invita a ser Él el centro de tu vida, a que le ames por encima de todas las cosas y encontrar así la felicidad plena. Quédate así un rato con Jesús.

¡Hasta mañana!

Oración de la comunidad

Oración a Santa Teresa de Jesús de San Alfonso de Ligorio

Oh, Santa Teresa, virgen seráfica, querida esposa de tu Señor Crucificado, tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso, obtén para mí también, te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas, aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado por todos los hombres. Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios, la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor, porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre. Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios, que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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Novena con Santa Teresa de Jesús, una mística muy humana

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