La cruz o la frecuencia de Dios

Esta cruz de Cristo, efectivamente, que te fue propuesta al principio de tu conversión y que tú aceptaste, que llevaste continuamente después en el transcurso de tu vida tan perfecta y que diste en ejemplo a los demás, esta cruz nos enseña con tal evidencia tu llegada final a la cumbre de la perfección del Evangelio, que ningún hombre realmente religioso puede rechazar, ningún fiel verdadero puede atacar, ningún hombre realmente humilde puede despreciar esta prueba de la sabiduría cristiana escrita en tu carne : es digna de nuestro respeto y nuestra fe, pues es obra misma de Dios. Leyenda mayor de San Buenaventura

Meditación :

La cruz nos da miedo… ¡y con razón! Jesús, el Crucificado, impactó tanto a San Francisco que la marca de los clavos como que se imprimió en su corazón. El Amor crucificado que San Francisco encontró en San Damián es un amor que se olvida hasta el punto de no retener nada, de no poder retener nada de hecho, pues ¿quién podría retener nada con manos agujereadas? Toda la vida de San Francisco consistió, como le decía un sufí a Chistian de Chergé, el prior de Tibhirine, en pasar de la cruz de Dios, cruz del amor que toma y lleva el mundo, a la cruz de los hombres, la que rechazamos, por lo mucho que nos hace sufrir y nos indigna cuando alcanza al pequeño, al inocente, al que quisiéramos tanto salvar y proteger. Es el lento y secreto trabajo de Dios en el corazón de nuestra existencia. Descubrir y aceptar que toda cruz humana, por esencia inaceptable y escandalosa, pueda convertirse para nuestro pobre sí en un camino atravesado por la cruz amorosa de Dios para toda la humanidad, es un camino hacia la Vida en plenitud.

La cruz es el verdadero ADN de nuestra vida cristiana, nuestra frecuencia propia, una frecuencia propiamente divina por lo mucho que se acuerda al ritmo de la Trinidad que no deja de entregarse sin nada retener de ella misma. Nos permite entregarnos a la manera de Dios, entonces aparece en nuestras manos y sobre nuestros cuerpos, los estigmas para San Francisco o, para nosotros, la manera de “tocar las almas con manos de Crucificado” (Chesterton).

Fray Stéphane Delavelle, franciscano – Meknés (Marruecos)

Propósito para el día :

Volved a leer F 2, 6-11. Contemplad a Cristo que se somete amorosamente y dejad que resuene ese movimiento con vuestra existencia, vuestro presente, ahí donde la vida os interroga y os indigna. Contemplad cómo vuestras manos son llamadas a abrirse y a entregarse por amor, en confianza, para ir más lejos hacia la vida.

Intención :

Oh Cristo, crucificado por amor, te rogamos por todos los que están clavados contigo en la cruz por la enfermedad. Que su sufrimiento no endurezca su corazón sino que los una a tu obra redentora y sea fuente de gracias para aquellos que los rodean.

Oración de la comunidad

Oración

Dios altísimo y gloriosísimo, ven a iluminar las tinieblas de mi corazón ; concédeme una fe recta, una esperanza sólida y una perfecta caridad ; concédeme sentir y conocer, para que pueda cumplirla, tu voluntad santa que no puede hacerme errar. Amén. San Francisco

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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