Heridas y sacramentos

Imagen principal de la publicación

 El apóstol Pedro es un ejemplo luminoso de sanación. Pedro niega a Jesús, comete un pecado que le separa de Dios. Comete el mismo pecado que Judas, sólo que Pedro pide perdón. En aquel momento, no solamente había este pecado en el corazón de Pedro sino que había una herida, porque cuando llora amargamente piensa que Jesús quien le ha confiado cuidar del rebaño no va a confiar más en él. Y si no confía en él, no volverá a confiarle el rebaño. Pedro se encuentra profundamente herido en comparación con el amor de Jesucristo y piensa que Jesús no podrá volver a su corazón, a su interior. De no saberse perdonado, probablemente se hubiera ahorcado como Judas.

Pero, a pesar de ser perdonado, permanece una profunda frustración en Pedro porque piensa que Jesús ya no lo quiere. Hay dos partes al pecado, el pecado en sí que queda perdonado en la reconciliación, y la herida que permanece. ¿Cómo opera Jesús? Jesús le ha perdonado, pero también va a curar su herida. En el evangelio de San Juan, capítulo 21, Pedro llega a orillas del mar, y ve el fuego que ha encendido Jesús. El fuego evoca inmediatamente para Pedro el lugar donde había negado a Jesús porque había sido al lado de un fuego. Jesús utiliza la imaginación por asociación, por semejanza, para tocar los sentidos de Pedro, y despertar la herida que tiene en el corazón. ¿Qué hace Jesús? Jesús parte de la estructura exacta de la herida, con la triple negación de Pedro y la transforma en triple declaración de amor. Y no solamente la transforma en triple profesión de fe sino que la fecunda, por encima de lo que pudiese esperar Pedro, y le encarga apacentar a sus ovejas por tres veces.

Nos damos cuenta que Jesús no solamente sana a Pedro en su sentir e imaginar sino que le permite, desde ahora,  vivir en profunda paz con el mismo, con Cristo, y con todo lo que le hería antes como el fuego, el recuerdo, etc.. Cuando Cristo sana a Pedro, lo sana en lo más profundo, y es el único "terapeuta" que puede curar hasta en lo más profundo, sin dejar huella de la herida. 

El primer fruto de la caridad es unirnos interiormente. La caridad hará lo que la justicia original (antes del pecado original) hacía, unirnos a Dios. La consecuencia de la unión a Dios es la unificación interior. El gran fruto de la reconciliación es la paz. Por consecuente no hay acto más terapéutico que el ejercer la caridad. 

Los sacramentos tienen valor terapéutico. Los padres de la Iglesia insisten sobre la capacidad sanadora de los sacramentos. La adoración eucarística es el lugar de mayor sanación del alma, de la sensibilidad como de la voluntad e inteligencia. El sacramento de la reconciliación no solamente retira el pecado sino que borra la marca de la herida en el alma. La fidelidad a este sacramento permite curar profundamente los corazones. 

El pecado y la herida son diferentes. El pecado es morir por implosión, por amor a uno mismo, en oposición a la herida que es morir por explosión, porque salimos disparados en todas direcciones, conspirando contra uno mismo. 

Hay algo positivo en la herida, sobre todo en la herida de amor. La herida es fecunda. Recuerden que el corazón de Cristo ha sido herido, ha sido traspasado por la lanza del soldado romano. Y de la herida del corazón de Cristo ha brotado agua y sangre. La herida está llamada a ser fecunda. De la herida de amor habla el Cantar de los Cantares 2, 5. Para los cristianos, no debemos rechazar la herida de amor de la cual nos habla entre otros San Juan de la Cruz, "Entre tinieblas e incertidumbres, lo propio de la herida es aumentar en nosotros el amor" . El cristiano está llamado a ser herido de amor por Dios en su camino espiritual, ya que su mayor deseo es ver a Dios cara a cara, y no puede. Este deseo nunca realizado de ver a Dios cara a cara engendra continuamente una herida en el corazón del que ama a Dios. Es lo que expresa Santa Teresa de Jesús cuando dice "Quiero muriendo alcanzarle, pues tanto a mi Amado quiero, que muero porque no muero". Démonos cuenta que esta herida que llevamos dentro es herida de amor De Dios por nosotros, es dolorosa pero al mismo tiempo es condición para crecer en este amor, y que este amor tome toda su dimensión. Es al mismo tiempo la condición para que siga creciendo el deseo.

La Virgen María ha vivido por excelencia esta herida de amor. Cuando Jesús tenía 12 años y desapareció por tres días, la Virgen María se dio cuenta en este momento quien era Jesús, hasta qué punto esta ausencia frustraba su mayor deseo que era vivir con  Jesús que era Hijo de Dios. María ha vivido un dolor extremamente profundo y lo expresa cuando encuentran a Jesús y le manifiesta su angustia; la angustia siendo el síntoma por excelencia de una herida profunda. 

Pidamos a Dios nos conserve en su amor, y ofrezcamos el Rosario de hoy por la fecundidad de las heridas y la permanencia de los cristianos en la fe, la esperanza y la caridad.

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal

Ruega por nosotros Santa Madre De Dios, para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.



Oración de la comunidad

Toma Señor mi libertad

Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Tú me lo diste, a Ti, Señor, lo retorno. Todo es Tuyo: dispone de ello según Tu Voluntad. Dame Tu Amor y Gracia, que éstas me bastan. Amén.

¡Gracias! 20 personas oraron

"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

loader

¿Cuál es mi vocación? Las claves para discernir y orar

Me inscribo