La fe y las obras

Por: Ana Lilia Lira

Fuente: https://www.augustinus.it/spagnolo/fede_opere/index 2.htm

Queridos hermanos en Cristo, hoy en día escuchamos que Dios es misericordioso y no condena a nadie.  El error que se comete es no corregir al hermano que vive en pecado para no herirlo. Nuestro Señor Jesucristo le dijo a Santa Faustina que antes de venir como Justo Juez viene como el Rey de la Misericordia (Diario de Santa Faustina, Primer Cuaderno,83). Esto quiere decir que si nos va a juzgar y podemos llegar a condenarnos. San Agustín nos habla de los tres errores de los misericordiosos en su libro La fe y las obras.

LA FE Y LAS OBRAS

Traducción: Teodoro C. Madrid, OAR

TESTIMONIO DEL MISMO AGUSTÍN EN EL LIBRO DE LAS «REVISIONES» II, 38 [641]

LIBRO ÚNICO

                           TRES ERRORES DE LOS MISERICORDIOSOS

1. 1. "Planteamiento del primer error o cuestión: ¿hay que admitir a todos los pecadores públicos al bautismo? —Algunos enseñan indiscretamente que todos deben ser admitidos al bautismo de la regeneración de nuestro Señor Jesucristo, aunque no quisieran cambiar su vida mala y torpe, conocida públicamente por la notoriedad escandalosa de sus pecados y delitos, incluso alardeando con descaro que quieren permanecer en ella. Un ejemplo: cuando alguno está viviendo con una meretriz (Cf 1 Co 6,15), no hay que obligarle a que primero la deje y después venga al bautismo; al contrario, al que vive con ella y hasta confiesa públicamente y con insolencia que ha de vivir así, hay que admitirlo y bautizarlo, sin impedirle nunca que se haga miembro de Cristo, aunque él permanezca terne que terne en ser miembro de una meretriz. Es después cuando hay que enseñarle lo grave que es ese pecado, y, una vez bautizado, instruirlo sobre las costumbres y la conducta que tiene que mejorar. Juzgan perverso y a destiempo enseñar primero cómo debe vivir un cristiano y después bautizarlo. Estiman que debe preceder el sacramento del bautismo a la enseñanza de la vida y costumbres que practicará después, porque, si ha querido aprenderla y guardarla, lo habrá hecho con fruto; pero si no ha querido, conservando la fe cristiana sin la cual perecería eternamente, y aunque haya vivido en el pecado y en la inmundicia, se salvará como por el fuego, a la manera de uno que ha edificado, sobre el fundamento que es Cristo, no oro, plata y piedras preciosas, sino madera, heno y paja (Cf 1 Co 3, 11-12), es decir, no costumbres rectas y castas, sino malévolas e impúdicas.

2. El escándalo de los adúlteros y pecadores públicos. —Los lleva a esta disputa el saber que no son admitidos al bautismo los maridos que han abandonado a sus esposas y se han casado otra vez, ni las mujeres que han abandonado a sus maridos y se han casado con otros, porque Cristo el Señor afirma sin ninguna duda que tales uniones no son matrimonios, sino adulterios (Cf Mt 19,9).

Como no pueden negar que es adulterio lo que la Verdad confirma sin ambages que es adulterio, y querrían aprobar para el bautismo a los que ven atrapados con este lazo, de tal modo que de no admitirles al bautismo prefieren vivir y hasta morir sin sacramento alguno antes que, roto el lazo del adulterio, vivir en libertad. Movidos por cierta conmiseración humana para defender su causa, creen que todos deben ser admitidos al bautismo con ellos, lo mismo los facinerosos y criminales que los cínicos ambiciosos, los incorregibles y los empedernidos, porque de no hacerlo se condenarán para siempre; y, en cambio, si se hace, aunque perseveren en sus maldades, se salvarán por medio del fuego.

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2. 3. Testimonios de la Escritura: Moisés y San Pablo. Respuesta: en primer lugar, quien entienda los testimonios de las Escrituras sobre la mezcolanza, tanto presente como futura, de buenos y malos en la Iglesia, de manera que hay que relajar, y aun omitir totalmente la severidad y la vigilancia de la disciplina, no sólo es un ignorante de los Libros sagrados, sino un iluso de su propia opinión. Porque ni siquiera Moisés, el siervo más pacato de Dios, toleraba semejante mezcolanza en su pueblo primitivo, y hasta castigó con la espada a no pocos. Y el sacerdote Finees clavó con la lanza vengadora a los adúlteros sorprendidos juntos (Cf Nm 25, 5-8).

Es ejemplo de lo que hay que hacer en este tiempo, por medio de la degradación y de la excomunión, una vez que la espada visible ha cesado en la disciplina de la Iglesia. También el santo Apóstol cree que no hay que perdonar al que ha tomado la mujer de su padre, a quien, congregada la Iglesia, ordena entregar a Satanás para destrucción de la carne, con el fin de que el espíritu se salve en el día del Señor Jesús (Cf 1Co 5, 1-5); a pesar de que gime pacientísimamente con los falsos hermanos (2 Co 11,26) y hasta permite que algunos, hostigados diabólicamente por la envidia y la rivalidad, anuncien a Cristo (Cf  Flp 1, 15-18). A veces él mismo los ha entregado a Satanás para que no aprendan a blasfemar (Cf 1 Tm 1,20). Otras confiesa que es mal interpretado:

Os decía en la otra carta que no os juntarais a los codiciosos y estafadores ni a los idólatras; para eso tendríais que marcharos del mundo. Lo que de hecho os dije fue que no os juntaseis con uno que se llama cristiano y es libertino, idólatra, codicioso, difamador, borracho o estafador. Con uno así ni sentarse a la misma mesa. ¿Es asunto mío juzgar a los de fuera? ¿No es a los de dentro a quienes juzgáis vosotros? A los de fuera los juzga Dios. Echad de vuestro grupo al malvado (Cf 1 Co 5, 9-15).

Algunos entienden la frase «de vuestro grupo»: que cada uno quite la maldad de sí mismo, es decir, que él mismo sea bueno. De cualquiera de los dos modos que se entienda: como corrección severa de los malvados con la excomunión de la Iglesia, o como llamada de atención personal, quitando de sí mismo la maldad, no hay ambigüedad alguna cuando manda no juntarse con aquellos hermanos que tienen alguno de los vicios descritos, esto es, que son pecadores públicos y de mala fama.

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3. Precepto del Señor sobre la corrección. —Con qué intención y caridad hay que ejercer la severidad misericordiosa aparece claramente no sólo cuando dice: para que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús, sino también cuando advierte en otro lugar: Si alguno no hace caso de lo que os digo en la carta, señaladlo con el dedo, y hacedle el vacío, para que se avergüence. No quiero decir que lo tratéis como a un enemigo, sino que le llaméis la atención como a un hermano (2 Ts 3, 14-15).

4. El ejemplo de Cristo. —Y el mismo Señor, ejemplo singular de paciencia, aun entre los doce Apóstoles aguantó a uno como diablo hasta la pasión; él, que había dicho: Dejadlos crecer hasta la siega, no vaya a ser que, al querer arrancar la cizaña, arranquéis con ella el trigo (Mt 13, 29-30); y la parábola de la red, aplicada a la Iglesia hasta la orilla, esto es, hasta el fin del siglo, que ha de recoger los peces buenos y malos; y las demás parábolas sobre la mezcolanza clara o velada de buenos y malos. No excluyó, sin embargo, la disciplina de la Iglesia, sino que quiso aplicarla así: Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que toda la cuestión quede zanjada apoyándose en el testimonio de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la iglesia. Y si no hace caso ni siquiera a la iglesia, considéralo como un pagano o publicano (Mt 18, 15-17). Y añadió, asegurando con tremenda gravedad, que lo que desatareis en la tierra será desatado también en el cielo, y lo que atareis en la tierra será atado también en el cielo (18,18). Prohíbe además echar lo santo a los perros (Cf Mt 7,6). El Apóstol no contradice al Señor cuando manda: A los que pequen, repréndelos públicamente, para que los demás escarmienten (1 Tm 5,20), habiendo dicho el Señor: házselo ver a solas entre ti y él. Las dos cosas hay que hacer; del mismo modo que una enfermedad distinta advierte que no hay que perjudicar, sino curar y sanar, aunque a uno de una manera y a otro de otra. Esta es la razón de aceptar y tolerar a los malos en la Iglesia, lo mismo que la razón de castigar y corregir, o de no admitir, y hasta de apartar de la comunión.

Oremos por la conversión de todos nosotros pecadores.

El Señor los colme de bendiciones y la Santísima Virgen y el glorioso San José los acompañe

Oración de la comunidad

Ave María

Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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