Santa Teresa de Jesús y la oración como trato de amistad con Dios

Queridos amigos:

Como hemos dicho en anteriores publicaciones lo que caracteriza principalmente la doctrina de Santa Teresa de Jesús es la importancia que le da a la oración personal y todo lo que ha dejado escrito para ayudarnos a todos.

La experiencia que tuvo Santa Teresa en su camino espiritual, las dificultades que tuvo en la oración, la incomprensión por parte de sus directores, y la época en que vivió en la que fue una gran adelantada fueron lo que, unido a la inspiración de Dios, conformó esta doctrina tan valiosa.

Y la gran novedad es definir la oración como “trato de amistad con Dios”.

Parece que la oración nos parece muchas veces lo más difícil del mundo, sin embargo ¿existe algo tan sencillo como la amistad? Simplemente estar a solas o en diálogo con la persona que más queremos.

Pero la razón por la que nos puede parecer difícil es porque no hemos llegado a ese punto en el que nos hemos hecho amigos y estamos deseando estar con Dios. Necesitamos, sobre todo al principio, cuando empezamos a adquirir el hábito de orar, ser fieles, permanecer, como decíamos el otro día, hasta que esta amistad vaya creciendo y ya nada pueda separarnos.

Pero dejemos que sea la santa la que nos hable de esto en el Libro de la Vida, en el capítulo 8:

 5. El bien que tiene quien se ejercita en oración hay muchos santos y buenos que la han escrito , digo oración mental: ¡gloria sea a Dios por ello! Y cuando no fuera esto, aunque soy poco humilde, no soy tan soberbia que de esto osara hablar. De lo que yo tengo experiencia puedo decir que, por males que haga quien la ha comenzado, no la deje, pues es el medio por donde puede tornarse a remediar, y sin ella será mucho más dificultoso. Y no le tiente el demonio como me tentó a mí a dejarla por humildad; crea que no pueden faltar sus palabras , que en arrepintiéndonos de veras y determinándose a no le ofender, se torna a la amistad en que estaba y hacer las mercedes que antes hacía y a las veces mucho más si el arrepentimiento lo merece.

Y quien no la ha comenzado, por amor del Señor le ruego yo no carezca de tanto bien. No hay aquí que temer, sino que desear; porque, cuando no fuere adelante y se esforzare en  ser perfecto, que merezca los gustos y regalos que a estos da Dios, y ganará el ir entendiendo el camino para el cielo; y si persevera, espero yo en la misericordia de Dios, que nadie le tomó por amigo que no se lo pagase;  que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad , estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. Y si vos aún no le amáis (porque, para ser verdadero el amor y que dure la amistad, se han de encontrar las condiciones:  la del Señor ya se sabe que no puede tener falta y la nuestra es ser viciosa, sensual, ingrata) no podéis acabar con vos de amarle tanto, porque no es de vuestra condición; más viendo lo mucho que os va en tener su amistad y lo mucho que os ama, pasáis por esta pena de estar mucho con quien es tan diferente de vos.

6. ¡Oh bondad infinita de mi Dios, que me parece os veo y me veo de esta suerte! ¡Oh regalo de los ángeles, que toda me querría, cuando esto veo, deshacer en amaros! ¡Cuán cierto es sufrir Vos a quien os sufre que estéis con él! ¡Oh, qué buen amigo hacéis, Señor mío! ¡Cómo le vais regalando y sufriendo, y esperáis a que se haga a vuestra condición y tan de mientras le sufrís Vos la suya! ¡Tomáis en cuenta, mi Señor, ¡los ratos que os quiere, y con un punto de arrepentimiento olvidáis lo que os ha ofendido!

He visto esto claro por mí, y no veo, Criador mío, por qué todo el mundo no se procure llegar a Vos por esta particular amistad: los malos, que no son de vuestra condición, para que nos hagáis buenos con que os sufran estéis con ellos siquiera dos horas cada día, aunque ellos no estén con Vos sino con mil revueltas de cuidados y pensamientos de mundo, como yo hacía. Por esta fuerza que se hacen a querer estar en tan buena compañía, miráis que en esto a los principios no pueden más, ni después algunas veces; forzáis vos, Señor, los demonios para que no los acometan y que cada día tengan menos fuerza contra ellos, y dárselas a ellos para vencer. Sí, que no matáis a nadie ¡vida de todas las vidas! de los que se fían de Vos y de los que os quieren por amigo; sino sustentáis la vida del cuerpo con más salud y se la daís al alma.

7. No entiendo esto que temen los que temen comenzar oración mental, ni sé de qué han miedo. Bien lo hace el demonio poniendo este miedo para hacernos él de verdad todo el mal si es que con ese miedo hace que no piense yo en lo que he ofendido a Dios y en lo mucho que le debo y en que ha infierno y hay gloria y en los grandes trabajos y dolores que el Señor pasó por mí. 

Esta fue toda mi oración y ha seguido siendo cuando anduve en estos peligros, y aquí era mi pensar cuando podía y muy muchas veces- algunos años- tenía más cuenta de desear se acabase la hora que tenía por mí de estar, y escuchar cuándo daba el reloj, que no en otras cosas buenas; y hartas veces no sé qué penitencia grave se me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que recogerme a tener oración.

Y es cierto que era tan insoportable la fuerza que el demonio me hacía o mi ruin costumbre que  no fuese a la oración, y la tristeza que me daba en entrando en el oratorio, que era menester ayudarme de todo mi ánimo (que dicen no le tengo pequeño y se ha visto me le dio Dios harto más que de mujer, sino que le he empleado mal) para forzarme, y en fin me ayudaba el Señor. Y después que me había hecho esta fuerza, me hallaba con más quietud y regalo que algunas veces que tenía deseo de rezar.

8. Pues si a cosa tan ruin como yo tanto tiempo sufrió el Señor, y se ve claro que por aquí se remediaron todos mis males, ¿qué persona, por malo que sea, podrá temer? Porque por mucho que lo sea, no lo será tantos años después de haber recibido tantas mercedes del Señor. Ni ¿quién podrá desconfiar, pues a mí tanto me sufrió, sólo porque deseaba y procuraba algún lugar y tiempo para que estuviese conmigo, y esto muchas veces sin voluntad, por gran fuerza que me hacía o me la hacía el mismo Señor? Pues si a los que no le sirven, sino que le ofenden les está tan bien la oración y les es tan necesaria, y no puede nadie hallar con verdad daño que pueda hacer, que no fuera mayor el no tenerla, los que sirven a Dios y le quieren servir ¿por qué lo han de dejar? Por cierto, si no es por pasar con más trabajo los trabajos de la vida, yo no lo puedo entender, y por cerrar a Dios la puerta para que en ella no les dé contento. Cierto, los he lástima, que a su costa sirven a Dios; porque a los que tratan la oración el mismo Señor les hace el gasto, pues por un poco de trabajo da gusto para que con él se pasen los trabajos.

9. Porque de estos gustos que el Señor da a los que perseveran en la oración se tratará mucho, no digo aquí nada. Sólo digo que para estas mercedes tan grandes que me ha hecho a mí, es la puerta la oración. Cerrada ésta, no sé cómo las hará; porque, aunque quiera entrar a regalarse con un alma y regalarla, no hay por dónde, que la quiere sola y limpia y con gana de recibirlos. Si le ponemos muchos tropiezos y no ponemos nada en quitarlos, ¿cómo ha de venir a nosotros? ¡Y queremos nos haga Dios grandes mercedes!

Le pedimos hoy a Jesús por intercesión de Santa Teresa de Jesús que nos decidamos a tratar de amistad con Él:

Oración a Jesús  

Querido Jesús, me pongo delante de Ti hoy, delante de tu mirada amorosa, de tu mirada de amigo que me espera cada día. Tú estás deseando mi compañía. Y yo muchas veces voy buscando el amor en otros lugares donde no lo puedo encontrar. No tengo muchos amigos verdaderos y no tengo ningún amigo que haya dado la vida por mi como la diste Tú. Por eso no me dejaré engañar por falsos razonamientos, por la sequedad de mi sensibilidad o por mi falta de fe. Yo se que Tú estás ahí y lo mejor que puedo hacer cada día es encontrarme contigo. Ayúdame Jesús.

Te amo Jesús, me amas.  

Sigue si quieres en este clima de oración con este breve vídeo:

¡Hasta mañana!

Oración de la comunidad

El Señor es mi luz y mi salvación. Salmo 26.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca; y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca; en su tienda sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré y tocaré para el Señor. Amén.

¡Gracias! 332 personas oraron

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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