13-La Preciosísima Sangre de Jesucristo nos da una Buena Muerte

Oración de Santa María Magdalena de Pazzi y Acto de Contrición

Padre Eterno, cubre mis labios con la Preciosísima Sangre de tu amado Hijo, de manera que mis oraciones sean purificadas antes de ascender a tu divino altar.

Dios mío, me arrepiento de todo corazón de todos mis pecados y los aborrezco, porque al pecar, no sólo merezco las penas establecidas por ti justamente, sino principalmente porque te ofendí, a ti sumo Bien y digno de amor por encima de todas las cosas. Por eso propongo firmemente, con ayuda de tu gracia, no pecar más en adelante y huir de toda ocasión de pecado.

Amén

Reflexión sobre la obra redentora del Señor

El hombre naturalmente teme la muerte, y si a este temor se junta el recuerdo de los pecados cometidos, ¡oh!, ¡cuánto más terrible será! Pues bien, para disipar este temor y hacer dulce nuestra muerte, hallamos un recurso admirable en la devoción a la Sangre Preciosísima de Jesucristo.
Nuestra alma, considerando a Jesús crucificado cuya Sangre corre por todas partes, concibe la esperanza de salvación y siente desvanecerse todos sus temores; oye la voz de esa Sangre que resuena como una trompeta y clama misericordia, dice San Bernardo. Vedla cómo ha atravesado este mar y está a punto de llegar al puerto; tiene en la mano este oro precioso que debe ganarle una gloria eterna, nos dice San Ambrosio. Se sirve de esta Sangre como de una llave del Paraíso, exclama Santo Tomás; entonces ella siente renacer su valor y ya no teme la muerte. Y, en efecto, cuán consoladoras son las siguientes palabras con que San Juan Crisóstomo disipa, en virtud de esa Sangre divina, todo el temor de la muerte: «Esta Sangre ahuyenta a los demonios, atrae hacia nosotros los Ángeles y el Señor de los Ángeles; y la efusión de esta Sangre nos abre el Cielo.»
Al fin de nuestra vida el demonio vendrá, según su costumbre, a asaltar nuestra alma con las más fuertes tentaciones; más la vista de la Sangre de Jesucristo, de la que estaremos empapados y armados, le pondrá en fuga.
Asistidos de la Santísima Virgen, de nuestros Ángeles custodios, del Príncipe de las jerarquías celestiales el glorioso San Miguel y en fin, del Señor omnipotente y glorioso de los Ángeles, ¿qué podremos temer? ¡Felices entonces las almas devotas de esa Sangre!
Considera, además, oh alma mía, que, si fortalecida con la Sangre de Jesucristo, te presentas a las puertas del Cielo, se abrirán al momento delante de ti; el Ángel armado con la espada de fuego, puesto para su guarda, no podrá prohibirte la entrada, pues que vendrás marcado con la Sangre del Cordero divino, en quien así en vida como en muerte has puesto tus esperanzas: «la virtud de la sangre que corre del costado de Cristo aparta al Ángel y embota la espada», escribía San Antonio de Padua.
Así estaba anunciado en figura a los hebreos, cuando el Ángel, ministro de la ira de Dios, exceptuó del castigo de la muerte a todos aquellos cuyas puertas estaban señaladas con sangre. Y si esta gracia fue concedida a la figura, ¿qué virtud no tendrá, y con mucha más razón, el objeto de esta misma figura?
Tal es el pensamiento de San Juan Crisóstomo: «La sangre del cordero servía para librar al hombre racional, no por su propio mérito sino porque representaba la Sangre del Señor.»
Cuando el alma fiel esté bañada con esa Sangre Santísima del Hijo de Dios, cuando se halle no solamente en los labios que invoquen sus méritos, sino también en el corazón purificado por esa misma Sangre, esta alma ¿podrá estar sujeta a la espada formidable de la cólera vengadora de Dios, a esa espada que en el día de la muerte arma la mano del Ángel exterminador?
¡Oh! ¡Dichosa muerte la de aquel que pone su confianza en esa Sangre Preciosísima!

Rosario a las Santas Llagas/Rosario de la Preciosísima Sangre (A elección)

(Se usa un rosario normal, se presentan en paralelo)

Al inicio:

Oh Jesús, divino redentor, sé misericordioso con nosotros y con el mundo entero. Amén

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Amén

¡Perdón! ¡Misericordia, Jesús mío!; durante los peligros presentes, cúbrenos con tu preciosa sangre. Amén

Padre Eterno, ten Piedad y Misericordia por la Sangre de Jesucristo, Tu Único Hijo. Ten Misericordia de nosotros, Te suplicamos.

Amén. Amén. Amén.

Cuentas grandes:

Bendita sea la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, que con ella nos redimió.

/

Padre Eterno, te ofrezco las Santas Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para sanar las llagas de nuestras almas.

Cuentas pequeñas:

Preciosísima Sangre de Cristo, lávanos. Preciosísima Sangre de Cristo, defiéndenos.

/

Jesús mío, perdón y misericordia, por los méritos de tus Santas Llagas.

Cadena:

Jesucristo, aplaca tu ira, tu justicia y tu rigor. Líbranos de esta epidemia, misericordia Señor.

/

María, madre llena de aflicción, las llagas de tu Hijo graba en mi corazón.

Al finalizar:

Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.

/

Padre Eterno, te ofrezco las Santas Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para sanar las llagas de nuestras almas (3 veces).

Gozos (Opcional)

Pues morís, Padre y Señor,

En una Cruz afrentosa,

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.


Esposo de sangre hermoso,

Que en vuestra Circuncisión,

Con ternura y compasión

La derramáis cariñoso:

Y aunque tierno y amoroso

Lloráis por el pecador:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.


Entre el huerto de las penas,

Entre angustias y agonías,

Dais amante por mil vías

La Sangre de vuestras venas:

Y pues con dulces cadenas

Rendís nuestro desamor:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.


Ríos de Sangre corrieron

De vuestro Cuerpo sagrado,

Cuando a golpes maltratado

Con tanto azote le hirieron:

Todo una llaga os hicieron,

Siendo el hombre el ofensor:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.


Vos de espinas coronado

Tanta Sangre derramáis,

Que casi, mi bien, cegáis,

Todo el rostro ensangrentado:

Y pues tierno y lastimado

Pagáis por vuestro deudor:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.


Al llegar desfallecido

Y sin aliento al Calvario,

Un aleve y temerario

Os arrebata el vestido:

Piel y Sangre, mal herido,

Nos dais en este rigor:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.


Clavos son nuestros delitos,

Que en una Cruz os fijaron,

Y pies y manos rasgaron

Con dolores exquisitos:

La sangre de Abel da gritos

En favor de su agresor:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.


Difunta vuestra hermosura,

Un ciego, el más atrevido,

El dulce pecho os ha herido,

Derramando con ternura

Raudales de gran dulzura

La Fuente del Salvador:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.


Pues morís, Padre y Señor,

En una Cruz afrentosa,

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.

 

℣. Nos redimiste, Señor, con tu Sangre.

℟. Y nos hiciste un reino para tu Padre y Dios nuestro.


ORACIÓN: Omnipotente y Eterno Dios, que por la Preciosa Sangre de tu Hijo quisiste aplacarte y redimirnos, concédenos te suplicamos, recordarte el precio de nuestra Redención, para que merezcamos alcanzar en esta vida el perdón, y la gloria en la eterna. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Coloquio

Si considero, Jesús mío, mi vida pasada y el número y la gravedad de mis faltas, el pensamiento de la muerte me estremece: timor mortis turbat me. Veo mis pecados y no veo mi arrepentimiento, formo buenas resoluciones y recaigo: paccantem me quotidie et non me panitentem, timor mortis conturbat me. Mas si vuelvo la vista a Vos, oh Jesús mío crucificado, y a la Sangre que despiden esas llagas sagradas, ¡oh! ¡qué consuelo para mí! Oigo la voz de esa Sangre que delante de vuestro trono pide misericordia por mí; y pues que habéis muerto sobre la Cruz y derramado vuestra Sangre con tanta abundancia para librarme de la muerte espantosa de los pecadores y alcanzarme la muerte preciosa del justo, he aquí la gracia que os pido con toda humildad: llevar una vida tal que me conduzca a esta santa muerte por los méritos de vuestra Sangre Preciosísima, derramada toda por la salvación de mi alma.

Ejemplo de la vida de un santo

Mientras San Francisco Caracciolo trabajaba en la propagación de su orden religiosa, vinieron a proponerle la fundación de una nueva casa en Anagni. Aunque agobiado por las muchas penitencias y fatigas, quiso pasar por Loreto, saliendo de Roma, y dos días después de haber llegado fue acometido de una calentura violenta que en poco tiempo le redujo a un extremo peligro. El Santo, que conocía estar próxima su muerte, quiso hacer su confesión general y recibió en seguida con la mayor devoción el Santo Viático y la Extremaunción. Teniendo el Crucifijo en la mano le oyeron repetir muchas veces lleno de amor y confianza: “Sangre de Jesús derramada por mí, tú eres mía; yo la quiero, Señor, dádmela, no me rehuséis lo que es mío;” e imprimiendo tiernos ósculos en las llagas de su Redentor, repetía: “Sangre preciosísima de mi Jesús, tú eres mía y solamente contigo espero mi salvación.” Y con estos sentimientos expiró apaciblemente.

Jaculatoria

Padre Eterno, te ofrezco la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo en expiación por nuestros pecados y por las necesidades de la Santa Iglesia.

(Rezar la cantidad de veces que se quiera)

Letanías

Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, ten piedad de nosotros.

Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo óyenos.

Cristo escúchanos.

Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.

Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.

Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.

Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.

Sangre de Cristo, hijo único del Padre Eterno, sálvanos

Sangre de Cristo, Verbo encarnado,

Sangre de Cristo, Nuevo y Antiguo Testamento,

Sangre de Cristo, derramada sobre la tierra durante su agonía,

Sangre de Cristo, vertida en la flagelación.

Sangre de Cristo, que emanó de la corona de espinas,

Sangre de Cristo, derramada sobre la Cruz,

Sangre de Cristo, precio de nuestra salvación,

Sangre de Cristo, sin la cual no puede haber remisión,

Sangre de Cristo, alimento eucarístico y purificación de las almas,

Sangre de Cristo, manantial de misericordia,

Sangre de Cristo, victoria sobre los demonios,

Sangre de Cristo, fuerza de los mártires,

Sangre de Cristo, virtud de los confesores,

Sangre de Cristo, fuente de virginidad,

Sangre de Cristo sostén de los que están en peligro.

Sangre de Cristo, alivio de los que sufren,

Sangre de Cristo, consolación en las penas,

Sangre de Cristo, espíritu de los penitentes,

Sangre de Cristo, auxilio de los moribundos,

Sangre de Cristo, paz y dulzura de los corazones,

Sangre de Cristo, prenda de la vida eterna,

Sangre de Cristo que libera a las almas del Purgatorio,

Sangre de Cristo, digna de todo honor y de toda gloria,


Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.


V.- Nos rescataste, Señor, por tu Sangre.

R.- E hiciste nuestro el reino de los cielos.


Oremos: Dios Eterno y Todopoderoso que constituiste a tu hijo único Redentor del mundo, y que quisiste ser apaciguado por su sangre, haz que venerando el precio de nuestra salvación y estando protegidos por él sobre la tierra contra los males de esta vida, recojamos la recompensa eterna en el Cielo.

Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

Oración de la comunidad

Tres ofrecimientos de cierre

Padre Eterno, te ofrezco la Preciosísima Sangre de Jesucristo, en satisfacción por mis pecados, en súplica por las santas almas del Purgatorio y por las necesidades de la Santa Iglesia, especialmente por el alma de... Inmaculado Corazón de María, ofrece al Padre Eterno la Preciosa Sangre de NSJC, por la conversión de los pecadores, especialmente... Padre Eterno, te ofrezco la Preciosísima Sangre de NSJC en unión a todas las Santas Misas celebradas hoy en el mundo entero, por todas las benditas almas del purgatorio. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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