Teresita acude a Jesús en medio de sus tormentas interiores

Queridos amigos:

Tal vez no se conozcan tanto las tormentas interiores por las que pasó Teresita durante su vida, pero la verdad es que fueron continuas en su vida espiritual.  Es algo común a todos los santos. Cuando salieron las cartas de Santa Teresa de Calcula en las que confesaba sus crisis de fe muchas personas, incluso cristianas, se sorprendieron. Sin embargo, sorprenderse de esto es desconocer las vías por las que las almas llegan a Dios.

Es imprescindible para la unión con Dios la purificación de nuestras potencias. Es necesario el desarrollo de las tres virtudes teologales, y una de ellas es la fe. Y para que la fe se desarrolle, se ejercite, es necesario que el alma se encuentre a oscuras y no pueda guiarse por sus sentidos. San Juan de la Cruz, al que Teresita acudió leyendo sus obras, lo explica así en su obra Noche Oscura.

Cuenta así Santa Teresita en el Capítulo 8 de Historia de un alma:

“Antes de hablarte de esta prueba, Madre querida, debería haberte hablado de los ejercicios espirituales que precedieron a mi profesión. Esos ejercicios, no sólo no me proporcionaron ningún consuelo, sino que en ellos la aridez más absoluta y casi casi el abandono fueron mis compañeros. Jesús dormía, como siempre, en mi barquilla. ¡Qué pena!, tengo la impresión de que las almas pocas veces le dejan dormir tranquilamente dentro de ellas. Jesús está ya tan cansado de correr él siempre con los gastos y de tomar la iniciativa, que se apresura a aprovecharse del descanso que yo le ofrezco. Seguramente no se despertará hasta mi gran retiro de la eternidad; pero esto, en lugar de afligirme, me produce una enorme alegría...

 Verdaderamente, estoy lejos de ser santa, y nada lo prueba mejor que eso. En vez de alegrarme de mi sequedad, debería atribuirla a mi escaso fervor y fidelidad. Debería entristecerme por dormirme (después de 7 años) en la oración y durante la accion de gracias. Pues bien, no me entristezco... Pienso que los niños agradan tanto a sus padres mientras duermen como cuando están despiertos; pienso que los médicos, para hacer las operaciones, duermen a los enfermos. En una palabra, pienso que «el Señor conoce nuestra fragilidad, se acuerda de que no somos más que polvo». Mis ejercicios para la profesión fueron, pues, como todos los que vinieron después, unos ejercicios de gran aridez. Sin embargo, Dios me mostró claramente, sin que yo me diera cuenta, la forma de agradarle y de practicar las más sublimes virtudes. 

He observado muchas veces que Jesús no quiere darme provisiones. Me alimenta momento a momento con un alimento totalmente nuevo, que encuentro en mí sin saber cómo ha venido... Simplemente creo que Jesús mismo, escondido en el fondo de mi pobre corazón, es quien me concede la gracia de actuar en mí y quien me hace descubrir lo que él quiere que haga en cada momento. 

Unos días antes de mi profesión tuve la dicha de recibir la bendición del Sumo Pontífice. La había solicitado, a través del hermano Simeón, para papá y para mí, y fue para mí una gran alegría el poder devolverle a mi querido papaíto la gracia que él me había proporcionado llevándome a Roma. Por fin, llegó el hermoso día de mis bodas *. Fue un día sin nubes. 

Pero la víspera, se levantó en mi alma la mayor tormenta que había visto en mi vida... Hasta entonces, ni una sola duda sobre la vocación me había venido al pensamiento. Pero tenía que pasar por esa prueba. Por la noche, al hacer el Viacrucis después de Maitines, mi vocación me pareció ser un sueño, una quimera... La vida del Carmelo me parecía muy hermosa, pero el demonio me insuflaba la convicción de que no estaba hecha para mí, de que engañaría a los superiores si me aventuraba por un camino al que no estaba llamada... Mis tinieblas eran tan grandes, que no veía ni entendía más que una cosa: ¡que no tenía vocación...! Cómo describir la angustia de mi alma...? Me parecía (cosa absurda, que demuestra a las claras que esa tentación venía del demonio) que si comunicaba mis temores a la maestra de novicias, ésta no me dejaría pronunciar los santos votos. Sin embargo, prefería cumplir la voluntad de Dios, volviendo al mundo, a quedarme en el Carmelo haciendo la mía. Hice, pues, salir a la maestra de novicias, y, llena de confusión, le expuse el estado de mi alma...

 Gracias a Dios, ella vio más claro que yo y me tranquilizó por completo. Por lo demás, el acto de humildad que había hecho acababa de poner en fuga al demonio, que quizás pensaba que no me iba a atrever a confesar aquella tentación. En cuanto acabé de hablar, desaparecieron todas las dudas. Sin embargo, para completar mi acto de humildad, quise confiarle también mi extraña tentación a nuestra Madre, que se contentó con echarse a reír. En la mañana del 8 de septiembre, me sentí inundada por un río de paz. Y en medio de esa paz, «que supera todo sentimiento», emití los santos votos... Mi unión con Jesús no se consumó entre rayos y relámpagos —es decir, entre gracias extraordinarias—, sino en medio de un ligero céfiro parecido al que oyó en la montaña nuestro Padre san Elías...”  

Me parece que aquí Teresita da unas claves importantes que pueden ayudar mucho a las personas que están pasando por tentaciones o noches oscuras:

  • Dejar que Jesús duerma en la barca, estar tranquilos, porque sabemos que, aunque Él duerme en cualquier momento despertará y parará la tempestad y si no la para es porque podemos afrontarla.
  • Jesús nos da la suficiente gracia para cada día. Por eso en tiempos de crisis mejor no mirar al futuro ni al pasado, solo al día presente.
  • Hablar con alguien de las tentaciones que tenemos.
  • Saber que Jesús está con nosotros, aunque no oigamos rayos y relámpagos, Él viene en medio de una suave brisa.

Oración a Jesús

Querido Jesús, ayúdame a confiar en Ti en mis momentos de tormenta. Quiero imaginarte ahora en mi barca durmiendo plácidamente. Y si Tú que me amas tanto estás durmiendo es porque sabes que esta prueba que estoy pasando es para mi bien, para crecer en fe, para aprender a no guiarme tanto por mis criterios, para caminar en la confianza y el abandono que llegó a tener Teresita del Niño Jesús. Por su intercesión te pido que me ayudes Jesús a confiar.

Amén.

Sigue si quieres en este clima de oración con este breve vídeo:

¡Hasta mañana!

Oración de la comunidad

El Señor es mi luz y mi salvación. Salmo 26.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca; y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca; en su tienda sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré y tocaré para el Señor. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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