Día 9: la lluvia de rosas
La pequeña Teresita prometió muchas veces, que, después de su muerte, ella haría llover pétalos de rosas del cielo. Con respecto a esto dice:
“Un alma inflamada de amor no puede permanecer inactiva.”
-Santa Teresa, en Historia de un Alma, Manuscrito B
“¡Si supieras la cantidad de proyectos que hago y cuántas cosas haré cuando esté en el cielo...! Comenzaré mi misión...”*
“Pero siento, sobre todo, que mi misión va a comenzar: mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo y de dar mi caminito a las almas. Si Dios escucha mis deseos, mi cielo transcurrirá en la tierra hasta el fin del mundo. Sí, yo quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.”*
“¡Qué desdichada me sentiré en el cielo si no puedo dar pequeñas alegrías en la tierra a los que amo!”*
*Santa Teresa, en Últimas conversaciones
RESOLUCIÓN:
💡 Invoquemos hoy la ayuda de la pequeña Teresita en todas las intenciones que presentaremos en este día, teniendo la convicción que nos serán concedidas, pues ella lo ha prometido.
Padre nuestro... Ave María... Gloria al Padre…
“Usted, Madre, sabe bien que yo siempre he deseado ser santa. Pero, ¡ay!, cuando me he comparado con los santos, siempre he comprobado que hay entre ellos y yo la misma diferencia que existe entre una montaña cuya cumbre se pierde en el cielo y el grano de oscura arena hollado bajo los pies de los caminantes. Pero en vez de desanimarme, me he dicho a mí misma: Dios no puede inspirar deseos irrealizables; por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Agrandarme es imposible; tendré que soportarme tal cual soy, con todas mis imperfecciones. Pero quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo (...) Yo quisiera también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección. Entonces busqué en los Libros Sagrados algún indicio del ascensor, objeto de mi deseo, y leí estas palabras salidas de la boca de la Sabiduría eterna: El que sea pequeñito, que venga a mí. Y entonces fui, adivinando que había encontrado lo que buscaba. Y queriendo saber, Dios mío, lo que harías con el pequeñito que respondiese a tu llamada, continué mi búsqueda, y he aquí lo que encontré: Como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo; os llevaré en mis brazos y sobre mis rodillas os meceré. ¡Ay, nunca palabras más tiernas ni más melodiosas alegraron mi alma ¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús! Y para eso, no necesito crecer; al contrario, tengo que seguir siendo pequeña, tengo que empequeñecerme más y más.”
- Santa Teresa, en Carta a Sor María del Sagrado Corazón (Manuscrito B)
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6