Evangelio según San Mateo 25,1-13.
Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite,
mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.
Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'.
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'.
Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'.
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos',
pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'.
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Comentario del Evangelio
Venerable Madeleine Delbrêl (1904-1964), laica, misionera en la ciudad.
La alegría de creer (La joie de croire, Seuil, 1968), trad. sc©evangelizo.org
Nos han bien explicado que todo lo que tenemos que hacer en la tierra es amar a Dios.
Para que no estemos indecisos, sin saber cómo hacer, Jesús nos dice que la única forma, única receta y camino, es amarnos unos a otros.
Esta caridad también es teologal, porque nos une inseparablemente a Él, es la única puerta, única entrada al amor de Dios. Las virtudes son los caminos que llegan a esta puerta.
Todas son hechas para conducirnos hasta allí más alegres y seguros.
Una virtud que no llega ahí, es una virtud que se hizo necia. (…)
Quizás pueda contentarnos
llegar a una humildad sensacional,
o a una pobreza imbatible,
o a una obediencia imperturbable,
o a una pureza a toda prueba.
Eso podrá contentarnos.
Pero si esta humildad, pobreza, pureza, obediencia,
no nos hacen encontrar la bondad,
si la gente de nuestra casa, calle, ciudad,
tiene siempre hambre o frío,
si están siempre tristes, sombríos o solos,
quizás seremos héroes.
Pero no seremos de los que aman a Dios.
Las virtudes son como las vírgenes prudentes.
Con su lámpara en mano,
permanecen acurrucadas junto a la única puerta,
puerta de la dilección,
de la solicitud fraterna,
única puerta que se abre a las bodas
de Dios con sus amigos.
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6