Evangelio según San Mateo 15,1-2.10-14.

Entonces, unos fariseos y escribas de Jerusalén se acercaron a Jesús y le dijeron:
"¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros antepasados y no se lavan las manos antes de comer?".
Jesús llamó a la multitud y le dijo: "Escuchen y comprendan.
Lo que mancha al hombre no es lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella".
Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: "¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oírte hablar así?".
El les respondió: "Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz.
Déjenlos: son ciegos que guían a otros ciegos. Pero si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo".

Comentario del Evangelio

Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo
Homilía 1 sobre el Levítico; PG 12, 405

        Cuando al final de los tiempos, el Verbo de Dios nació de María, revestido de nuestra carne, se manifestó al mundo y dio a conocer algo diferente de lo que la inteligencia podía descubrir por sí sola. Era evidente para todos ver su carne. En cambio, su divinidad no se daba a conocer más que a algunos. Del mismo modo, cuando la Palabra de Dios se dirige a los hombres por la Ley antigua y por los profetas, se presenta revestida y velada en las Escrituras. En su encarnación, la Palabra se viste de carne; en las Sagradas Escrituras se viste de la letra. El velo de la letra es comparable a su humanidad y el sentido espiritual de la Ley a su divinidad. En el libro del Levítico encontramos los ritos del sacrificio, las diversas víctimas, el servicio litúrgico de los sacerdotes.... ¡Dichosos los ojos que ven el Espíritu divino escondido detrás del velo...

       «Si alguien se vuelva al Señor, dice el apóstol San Pablo, el velo se quita, porque donde está el Espíritu hay libertad.» (cf 2Cor 3,17) El Señor mismo, el Espíritu mismo ora en nosotros, a él le pedimos que nos quite toda oscuridad para que podamos contemplar en Jesús el admirable sen


    

Oración de la comunidad

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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