Voy a tu encuentro

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Juan 4,1-45 Voy a hacer mi oración lentamente sobre este pasaje tan humano del encuentro de Jesús y la mujer samaritana. Trato de leer con atención el texto y puedo seguir el modo que San Ignacio nos propone de contemplación:

• Tomar parte en lo que acontece en el pasaje que me presenta el Evangelio. Miro lo que pasa y sucede. Veo y me fijo en las personas, lo que hacen, cómo se sienten, cómo llegan, lo que hablan. Me voy a fijar en dos personas muy importantes en el pasaje del Evangelio: la samaritana y Jesús. 

• La mujer samaritana: era mujer con problemas y marginada. En  aquella época se veía muy mal que una mujer pudiera salir a la calle a ciertas horas y a ciertas actividades. Y como mujer marginada, se veía muy mal que un hombre conversara con ella. 

• Jesús: sale al encuentro, no le importa lo que la gente pueda pensar o decir de él. Es libre y quiere ayudar a una persona en necesidad. Jesús es cordial y se hace cercano a la mujer. 

• Le pido a Jesús que yo tenga la misma experiencia que la samaritana, pues Él me la quiere regalar

Oración de la comunidad

Preparación para los ejercicios “Vengan ustedes a un lugar tranquilo a descansar...” [Mc 6, 31]

1. Oración inicial: Dios es quien me invita a hacer estos Ejercicios Espirituales. El me llamó primero. Quiero que crezca nuestra amistad, por esto me dispongo a disfrutar de su presencia. Me dispongo, porque no es mi esfuerzo el que cuenta. Yo sólo me preparo y pongo los medios: silencio, tiempo, lugar. Intentaré entrar con paz y con mucho ánimo y deseo de que me transforme para yo colaborar en la construcción de su Reino. 2. Gracia pedir: ¡Señor, enséñame a orar! Dame facilidad para hacer la oración y para encontrar los medios que mejor me ayuden a orar bien. No se trata de saber rezar, sino de diálogo consciente con el Señor. No olvides poner todo lo que está de tu parte para esta cita: un lugar apropiado, silencio y tiempo oportuno. 3. Puntos para la oración: Primer día: Oseas 2, 16 y 21 • Pienso que Dios está presente y esto me lo dice a mí. • Luego de sentir y agradecer la presencia de Dios, me fijo en cada palabra: en lo que quiere decir, en lo importante que es para mí, para mi vida. • Pienso: ¿por qué Dios me lo está diciendo a mí?, ¿hay cosas en mi vida que estoy viviendo ahora o que antes me sucedieron y por las que necesito que Dios me conquiste de nuevo?, ¿cuáles pueden ser esas cosas? • Para saber la respuesta, pienso en mi situación en este tiempo: ¿cómo estoy viviendo mi vida?, ¿cómo estoy viviendo con mi familia y mi comunidad?, ¿cómo es mi relación con Dios?, ¿cuáles son los problemas más fuertes que tengo? • Siento en el corazón, que Dios no me habla de castigo, sino de algo muy bueno: de conquistarme, de hablarme de amor, de desposarme para siempre... Luego de sentir en el corazón todo esto, le doy gracias a Dios porque es así y porque me propone algo tan bonito para mi vida y lo que me dice me consuela mucho. Termino con una Ave María pidiendo a María que me ayude a mantenerme en la presencia amorosa de Dios que me quiere reconquistar.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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Ejercicios Espirituales en la vida cotidiana

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