Evangelio según San Mateo 13,44-52.

Jesús dijo a la multitud:
"El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró."
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces.
Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos,
para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron.
Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".

Comentario del Evangelio

San Basilio (c. 330-379), monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia
Grandes Reglas Monásticas (Les Règles monastiques, Maredsous, 1969), trad. sc©evangelizo.org

Nuestro Señor Jesucristo ha insistido frecuente y enérgicamente: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mt 16,24). (…) Afirmaba: “Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme” (Mt 19,21).

Para los que saben comprender, la parábola del negociante quiere decir lo mismo: “El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró” (Mt 13,45-46). La perla preciosa designa aquí al Reino de los cielos. El Señor nos muestra que es imposible obtenerla si no abandonamos lo que poseemos: riqueza, gloria, nobleza de nacimiento y todo lo que otros buscan ávidamente.

El Señor también declaró que es imposible ocuparse convenientemente de lo que se realiza, cuando el espíritu es solicitado por otras cosas: “Nadie puede servir a dos señores” (Mt 6,24). Por eso, “el tesoro que está en el cielo” es el único que tenemos que elegir para apegar nuestro corazón: “Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón” (Mt 6,20). (…) Se trata de llevar nuestro corazón a la vida del cielo, con el fin de poder decir “nosotros somos ciudadanos del cielo” (cf. Flp 3,20). Sobre todo, es devenir semejantes a Cristo, “que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros” (cf. 2 Cor 8,9).


    

Oración de la comunidad

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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