6 de junio

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¿Qué es lo que no me gusta de mi ser? ¿Qué parte de mi vida siento que está desorientada o desubicada? ¿Qué es lo que trato de ocultar a los ojos de los demás? ¿Qué es lo que me cuesta reconocer de mi propio ser, eso que ni siquiera me gusta recordar?

El primer paso es invocar al Espíritu Santo para poder verlo, y tratar de reconocerlo, mirarlo de frente. Luego, poco a poco, aceptarlo como parte de tu vida y conversar con el Espíritu Santo sobre eso. Si conversando con él realmente puedes decirle que quisieras liberarte de eso, entonces ya has comenzado el camino de liberación. Sólo es necesario que sigas pidiéndoselo cada día y que comiences a intentar dar pequeños pasos para cambiar.

Se trata de ejercitar lo que seria la virtud opuesta a eso que te desagrada. No te desanimes si vuelves a caer, si por cada paso hacia adelante das uno para atrás. Eso sucederá hasta que te convenzas de que es mejor vivir de una nueva manera y estés cómodo con esa nueva vida. Para motivarte a dar esos pasos, es bueno que te preguntes con sinceridad: ¿Qué es lo que quiero hacer crecer en mi? ¿Hacia dónde quiero ir? ¿Qué estilo de vida quiero alcanzar?

Pero también es indispensable que le pidas luz al Espíritu Santo, para que él te ayude a reconocer lo que debes ser. Nadie sabe mejor que él lo que cada uno de nosotros tiene que llegar a ser, esa identidad única, irrepetible, que nadie puede copiar. Por eso, es muy sano detenerse a pedirle a él la luz para ver quién es uno en realidad y quién debe llegar a ser:

 "A ti levanto mi alma, Dios mío.

En ti confío. Que no sea confundido...

Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas.

Guíame en tu verdad, enséñame, que tú eres el Dios de mi salvación."

      Salmo 25,1-2.4-5


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Oración de la comunidad

Secuencia de Pentecostés

"Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo, un rayo de tu luz. Ven, padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz. Consolador, lleno de bondad, dulce huésped del alma. Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles. Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente. Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, cura nuestras heridas."

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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Los cinco minutos del Espíritu Santo

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