Evangelio según San Juan 21,20-25.

Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a entregar?".
Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: "Señor, ¿y qué será de este?".
Jesús le respondió: "Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa? Tú sígueme".
Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: "El no morirá", sino: "Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?".
Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.
Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relata detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.

Comentario del Evangelio

San Antonio de Padua (1195-1231), franciscano, doctor de la Iglesia
Sermón para la fiesta de san Juan evangelista, (“Une Parole évangélique”, Franciscaines, 1995), trad. sc©evangelizo.org

El amor de Jesús a su fiel discípulo está indicado en estas palabras: “Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús” (Jn 21,20).

Quien sigue verdaderamente al Señor, desea que todos lo sigan. Por eso se vuelve hacia su prójimo con atenciones, oración y anuncio de la palabra. El “volverse” de Pedro significa todo esto. Encontramos el mismo pensamiento que en el Apocalipsis: “El Espíritu y la Esposa -Cristo y la Iglesia- dicen: “¡Ven!”, y el que escucha debe decir: “¡Ven!” (Apoc 22,17). Cristo, por inspiración interior, y la Iglesia por la predicación, dicen al hombre: ¡Ven! Quien escucha estas palabras dice a su prójimo: ¡Ven!, es decir ¡Sigue a Jesús! Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba. Jesús ama a quien lo sigue.

Aunque su nombre no es dicho, Juan se distingue de los otros no porque Jesús lo amara sólo a él, sino porque él lo amaba más que los otros. Jesús amaba a todos, mas este discípulo le era más familiar. (…) Era él “el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús” (Jn21,20). Fue un gran signo de amor el hecho que fuera el único que se había reclinado sobre el pecho de Jesús, “en quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col 2,3).

Así, durante la Cena del Cielo, seremos plenos por la eternidad, reposaremos con Juan sobre el pecho de Jesús. El corazón está en el pecho, el amor en el corazón. Reposaremos en su amor porque lo amaremos de todo nuestro corazón y nuestra alma y encontraremos en él todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. (…) A él sean la alabanza y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


    

Oración de la comunidad

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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