Hoy celebramos que María abrió las puertas de la tierra a Jesús

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En nuestro camino cuaresmal nos detenemos hoy para celebrar el anuncio del nacimiento de Jesús a María... 

El pasaje del Evangelio que nos cuenta este momento es bien conocido. Sin embargo, a veces podemos pasar de largo frente a algunos detalles importantes. Intentaremos hoy detenernos para contemplar la escena y dejarnos conmover por la respuesta de María.

El ángel del Señor es enviado a Nazareth, a casa de María. Una virge desposada con un varón de la estirpe de David. 

El ángel Gabriel la saluda con aquellas palabras que rezamos en al Ave María: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. María no comprende del todo este saludo y sigue a la escucha, esperando aquello que el ángel viene a anunciarle: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

Invitación sorprendente que María no alcanza a comprender del todo. ¿Cómo puede ser esto posible si es Virgen?. El ángel le explica: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios". 

A María le bastan estas palabras para comprender dos cosas: EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO y EL ESPÍRITU SANTO DESCENDERÁ SOBRE TI. Lo que va a suceder es demasiado grande, no depende de sus fuerzas. Es una obra del Espíritu. Dios la va a acompañar, pero requiere de su sí para encarnarse. Y es que en nuestra historia de salvación, no bastaba con que Dios abriera las puertas del cielo para enviar a su hijo. Hacía falta que al menos una creatura abriera las puertas de la tierra a ese amor. Esta creatura es María. 

San Bernardo nos hace experimentar lo que dependía de su sí. Les comparto este texto y los invito a leerlo con calma y a agradecerle a María por su sí:

"

Has oído, Virgen, que concebirás y darás a luz un hijo. Has oído que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta: ya es tiempo de que vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, condenados a muerte por una sentencia divina, esperamos, Señora, tu palabra de misericordia.

En tus manos está el precio de nuestra salvación; si consientes, de inmediato seremos liberados. Todos fuimos creados por la Palabra eterna de Dios, pero ahora nos vemos condenados a muerte; si tú das una breve respuesta, seremos renovados y llamados nuevamente a la vida.

Virgen llena de bondad, te lo pide el desconsolado Adán, arrojado del paraíso con toda su descendencia. Te lo pide Abrahán, te lo pide David. También te lo piden ardientemente los otros patriarcas, tus antepasados, que habitan en la región de la sombra de muerte. Lo espera todo el mundo, postrado a tus pies.

Y no sin razón, ya que de tu respuesta depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación de todos los hijos de Adán, de toda tu raza.

Apresúrate a dar tu consentimiento, Virgen, responde sin demora al ángel, mejor dicho, al Señor, que te ha hablado por medio del ángel. Di una palabra y recibe al que es la Palabra, pronuncia tu palabra humana y concibe al que es la Palabra divina, profiere una palabra transitoria y recibe en tu seno al que es la Palabra eterna.

¿Por qué tardas?, ¿por qué dudas? Cree, acepta y recibe. Que la humildad se revista de valor, la timidez de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal olvide ahora la prudencia. Virgen prudente, no temas en este caso la presunción, porque, si bien es amable el pudor en el silencio, ahora es más necesario que en tus palabras resplandezca la misericordia. 

Abre, Virgen santa, tu corazón a la fe, tus labios al consentimiento, tu seno al Creador. Mira que el deseado de todas las naciones está junto a tu puerta y llama. Si te demoras, pasará de largo y entonces, con dolor, volverás a buscar al que ama tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por el amor, abre por el consentimiento. Aquí está -dice la Virgen- la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra."

Claves para el camino: Toma un tiempo para agradecerle a María que haya aceptado darnos a su Hijo Jesús. Pídele la gracia de tener la certeza de que Dios está siempre contigo y que el Espíritu Santo hace maravillas en aquellos que se prestan.

¡BUEN CAMINO HACIA LA PASCUA!

Oración de la comunidad

Padre nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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