El signo para nuestra generación

El Dios de la Biblia se ha maniestado siempre a través de signos. Conociendo nuestra humanidad ha querido que su mensaje se haga concreto para cada generación. En el Antiguo Testamento, su mensaje era acogido y enviado a través de los profetas. A cada época corresponde un profeta con un mensaje concreto. 

De Jonás nos habla la primera lectura de hoy. Un profeta extranjero que fue enviado a Nínive, una ciudad grande, que tuvo que recorrer... En su mensaje les decía que tenían 40 días antes de que su ciudad fuese destruída. Lo impresionante en esta historia es que en Jonás, a pesar de ser extranjero, Dios encontró un mensajero que fue acogido. Los ninivitas creyeron en Dios gracias a Jonás. Ayunaron, se cubrieron de saco, se sentaron en el polvo. Cada uno se convirtió de su mala conducta y de sus actos de violencia. Dios se conmovió y los perdonó. 

A nuestra generación, el Padre nos regala un signo muy potente: Su Hijo Jesús. Su invitación a la conversión no es una amenaza de destrucción sino el anuncio de un Reino que está cerca y que sólo nos toca acoger. Al acogerlo, desearemos cada vez más contagiarnos de los sentimientos de Jesús, de su manera de relacionarse con el Padre y con los hombres. Aprenderemos cada día a ser hijos en el Hijo de Dios. Si nos dejamos conmover por Jesús, querremos también nosotros, convertirnos en signos de su Reino para nuestra generación.

Misteriosamente Dios se sigue sirviendo de signos. A pesar de nuestras resistencias y debilidades, Él puede mandar un mensaje al mundo de hoy a través de nosotros.

Clave para el camino: Toma un tiempo para agradecerle a Dios los signos de su Presencia que pone en tu camino. Nombra a esas personas que día a día te ayudan a acercarte a Él. Agradécele sobretodo el signo que te da cada día en Jesús. Pídele que te muestre si quiere que seas signo para algún hermano que haya puesto en tu camino en este momento y de qué manera.  

¡BUEN CAMINO HACIA LA PASCUA!

 

Oración de la comunidad

Padre nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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